Diario de León

león en verso

El huso horario de las gallinas

León

Creado:

Actualizado:

Podíamos regodearnos en el huso horario de Moscú y terminar las coletillas de los informativos con que en León, medio siglo menos. Una ganga disponer de tanto atraso acumulado, tanto olvido sedimentado que encostra los sentimientos y hace imposible cualquier tipo de empatía; menos, con esos tipos que se pasan el día en el laboratorio de ocurrencias, a ver qué inventan para que la gente hable de todo, menos de lo que interesa. Como en el periodismo, pero al revés. Hace falta tener tiempo de más para dedicarlo a decidir a qué hora se debe de dar cuerda a los relojes. Ahórrese todo el engorro administrativo, pasto para esta burocracia venezolana que nos sobreviene. Aquí se sabe si vas tarde según a qué altura de la N-120 se cruza uno con los todoterreno de Froilán, que tiran de los generadores que mueven las noches de leonesas al ritmo del pasodoble de las verbenas, o las caravanas que arrastran la Tyvoly hasta cuando lo permita el sol, en ese retiro fascinante que se marca cada verano sobre el Trópico de Cáncer, desde el que nos regala un entorno paradisíaco, en el paisaje y en las alacenas del paisanaje, con los penachos del maíz a punto de romper el sky line de las choperas leonesas, entre las mil rutas del amanecer por la provincia, detrás de la Última Legión, los acordes celtas de Susana Seivane, Garibaldi, Funçao Publika; detrás de la Panorama. Después de tanta historia contemporánea comprimida en ese momento del cambio de tercio del otoño, cuando a las tres vuelven a ser las dos, y con el dos mil y pico lanzado por las prisas que impiden desenterrar los sueños arrebatados, resulta inútil que vengan a comernos la oreja con la libertad para elegir el tipo de horario que más conviene para el velatorio. Puestos a dar emoción, que escojan el de Nueva York, para meter la adrenalina de la madrugada a la partida de los trenes cargados de chavales con destino al patíbulo de un no retorno inevitable que sólo acabará con el último leonés que quede vivo sobre la faz de la tierra. Luego está la elección instintiva de las aves, la habilidad innata de techar la integridad antes de que el sol se lleve el último rayo al otro lado del ocaso. Las gallinas no tienen que dilucidar cada cuatro años a qué político votan para que les diga a qué hora va a cantar el gallo.

tracking