Diario de León

TRIBUNA

Suicidio mediante policía

Publicado por
Ricardo Magaz Profesor de Fenomenología Criminal de UNED y escritor
León

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E l suicidio mediante policía, Suicide by cop, en inglés, es una práctica más corriente de lo que pudiera parecer. Un estudio realizado por el Journal of Forensic Science en 2009 demuestra que un tercio de los tiroteos en los que se ve envuelta la policía de Estados Unidos, con muerte del atacante, son por esta modalidad. Básicamente, consiste en que una persona despliega una actitud amenazante ante los agentes que les obligue a disparar en legítima defensa de su vida o la de terceros. En suma, una forma de comportamiento manipulador en la que la víctima precipita su propio homicidio.

Hay, no obstante, otra modalidad aún más violenta de Suicide by cop , conocida como síndrome Amok, donde el suicida se lanza a un rally criminal indiscriminado en el que mata a todo el que pilla por delante hasta que acaba abatido por las fuerzas de seguridad.

El suicidio mediante policía, también llamado suicidio por mano ajena, no se da únicamente en EE UU. En España ya pasó. Uno de los primeros casos acreditados sucedió en la Puerta del Sol de Madrid en 2010, aunque el homicida quedó malherido y no murió. La Policía Municipal tuvo que disparar varias veces contra Santiago Manjón, de 34 años, quien reconoció que asaltó a los agentes cuchillo en mano con la intención de que acabaran con su vida. «Estaba desesperado y quería que me mataran; yo no tenía valor para hacerlo», admitió posteriormente a preguntas del fiscal durante el juicio.

El último caso de probable suicidio mediante policía ocurrió el pasado 20 de agosto en la comisaría de la policía autonómica en Cornellá. El argelino Abdelouahab Taib, de 29 años, se presentó en el recinto policial a las 6 de mañana armado con un cuchillo de dos palmos de longitud, logró entrar y se lanzó por sorpresa a degollar a la agente que estaba de guardia. El desenlace ya es conocido: fue abatido mortalmente después de que la policía esquivara las primeras envestidas, le diera el alto y finalmente disparara contra él, según da testimonio la nota oficial del gabinete.

Este episodio es muy interesante para su estudio desde el punto de vista de la ciencia criminológica. Y lo es porque se producen una serie de circunstancias paradigmáticas. La más significativa viene a sugerir un suicidio disfrazado de «martirilogio»; es decir, un suicidio encubierto para tratar de pasar como un héroe y ocultar de este modo su posible homosexualidad que al parecer no aceptaba en su fuero interno. La ex esposa de Abdelouahab firmó en su declaración ante la policía que éste le había revelado sus relaciones con otros hombres y que, a resultas, temía ser rechazado por la comunidad musulmana. De la misma manera le había confesado sus impulsos suicidas debido a esta situación.

Así, una de las hipótesis más plausibles acerca del móvil sería el de la «redención». En la cultura musulmana el suicidio está reprobado y quizás por ello Taib ideó una acción de «pseudoinmolación» con tintes de ataque terrorista inesperado. Con este modus operandi la efectividad del suicidio se presentaba casi segura. Morir matando. Desde la década de los 80 se enseña en el ámbito policial la «regla Tueller de los 21 pies» o situación límite de autodefensa. Esta pauta puramente técnica explica que a 21 pies, o lo que es lo mismo 6,4 metros, un arma blanca es tan letal como una de fuego. Un policía necesitaría como mínimo 1,5 segundos para disparar su pistola, de munición o electrochoque, tiempo en el que el agresor puede recorrer esa distancia o incluso una mayor, con la dificultad añadida del factor sorpresa para el funcionario.

En España el código deontológico policial dicta que los agentes deben actuar siempre bajo el principio de congruencia, oportunidad y proporcionalidad. O sea, idoneidad del medio utilizado, que la intervención sea necesaria y que la defensa resulte proporcional a la agresión sufrida. En las academias policiales se repiten día tras día estas premisas a los alumnos. El respeto a la vida y a la integridad física de las personas. También, como es lógico, el instituto jurídico de la legítima defensa: el derecho a la propia vida y la obligación de preservarla. Luego, todo indica que la agente de policía del caso Abdelouahab Taib salvó su vida in extremis y probablemente la de muchos de sus compañeros y ciudadanos. Nunca un peligro sin otro se vence.

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