Andalucía votará con el PP en obras
C on el anuncio de Ciudadanos de dar por acabado su pacto de legislatura en Andalucía ya nada impide a la presidenta Susana Díaz convocar elecciones anticipadas. Previstas para marzo, ella niega que vaya a adelantarlas, pero hacerlo ahora le aportaría una gran ventaja: votar antes de que comience el juicio de los EREs andaluces y el de la Fundación FAPPE, con menos dinero malversado pero más feo todo por el gasto en prostíbulos. Ahora, Susana, que nada tiene que ver con los episodios judiciales, se beneficiaría del empuje ambiental favorable al PSOE; de no hacerlo y esperar unos meses, corre el riesgo de que Pedro Sánchez convoque el mismo día. Tendría sus ventajas pero un doloroso inconveniente: la posibilidad de que su histórico rival interno saque en Andalucía más votos que ella, en la comparativa nacionales-autonómicas. Una piedra de riñón duele menos.
Pero en ambos casos, aunque más en noviembre que en marzo, la gran ventaja es que pillan al Partido Popular en obras. No son obras menores. Tras quince años de marianismo -Aznar designó a Rajoy candidato en agosto de 2003- no se trata de rehabilitar la fachada y pintura, sino mover muros de carga. Pablo Casado no tiene tiempo de cambiar a su candidato a la Junta, Moreno Bonilla, sorayista confeso y con poco tirón. Y, por si fuera poco, aún no ha cerrado las heridas del último Congreso de julio. Si Felipe González explicó que los «expresidentes son como jarrones chinos que no se sabe dónde ponerlos», recolocar a una todopoderosa exvicepresidenta como Soraya Sáenz de Santamaría, derrotada por sorpresa y en edad de merecer políticamente, es aún más difícil. Porque para ir de jarrón, Soraya mejor acepta alguna de las atractivas ofertas del mundo privado recibidas. Por si esto fuera poco, Casado ha salido a torpedear el ofrecimiento que Ana Pastor, la presidenta del Congreso, formuló al presidente catalán Quim Torra: acudir al pleno de la cámara en Madrid para exponer su proyecto sin votación. Casado ha sido rotundo: «Sesión plenaria con votación y de forma reglamentaria». Ya ven: mucho que ajustar aún en la estrategia y en la maquinaria popular.
Con el partido en obras, las elecciones andaluzas a dos meses vista tienen mucho riesgo y abren posibilidades a otros. Por ejemplo a Ciudadanos que sueña con el «sorpaso» al PP en Andalucía. Es mucho soñar porque el PP tiene una estructura asentada en las ciudades y pueblos que le da una base de voto muy sólida. Javier Arenas, tan criticado por propios y extraños, quemó coches y años de vida recorriendo pueblo a pueblo esa comunidad, tan grande como Portugal. «Una noche se me rompió el coche en el norte de Granada y los compañeros de allí para volver a Sevilla me pusieron un taxista que decía ser del PP. Le pregunté que desde cuando y me respondió muy orgulloso que desde 1936», contaba entre risas el sufrido Arenas.
El PP, con todo, tiene buena organización andaluza, aunque un flojo candidato, sin que el de Ciudadanos, Juan Marín, resulte arrebatador. Pero Ciudadanos cuenta en Andalucía con un «arma secreta de votación masiva», más conocida como Inés Arrimadas. La última Semana Santa la pasó en su Jerez natal y no la dejaban andar por la calle. Los del PSOE le prometían que la votarían - aunque esto puede haber cambiado algo por el efecto Sánchez- y los del PP, sobretodo, deseosos de un cambio en Andalucía después de tres décadas largas de socialistas en el poder.
Si finalmente Ciudadanos superara en votos al PP, el mensaje para el resto de España sería de gran impacto en la obra de reconstrucción de los arquitectos Casado y Teodoro García Egea, su secretario general. Necesitan tiempo y paz. Desde luego movimientos interesantes hacen. Véase sino la propuesta de una Ley de Concordia enfrentada argumentalmente a la de Memoria Histórica, con Adolfo Suárez como cabeza visible, con el legado de su padre como bandera.
Saldremos pronto de dudas. El tiempo corre y todos miran a Susana Díaz. Por unas semanas es la dueña del calendario electoral español.