Diario de León
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AL DÍA fermín bocos
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H ablo del rey emérito. A raíz de los actos que se están organizando para conmemorar los cuarenta años de la Constitución, de momento, en ninguno de ellos aparece referencia a su participación. Por Ana Pastor, presidenta del Congreso, sabemos que la participación del rey emérito será la que decida la Casa Real.

Quiere decirse que quien ha de decidirlo es, Felipe VI porque, no dudo de que el principal protagonista de la Transición estaría encantado de participar. Pero nada es seguro en relación con en este asunto. Recordemos que el año pasado fue excluido del acto de conmemoración del 40 aniversario de las primeras elecciones democráticas (1977). Semejante precedente induce a pensar que podría volver repetirse aquél error. Error desde la perspectiva de lo que ha sido la Historia de España en el tiempo que nos ha tocado vivir. Historia que no se puede ni debe reescribir, tentación, por cierto, muy frecuente en otros ámbitos.

El papel desempeñado por Juan Carlos I en la articulación del proceso que culminó con la implantación del sistema democrático en España dejando atrás cuarenta años de dictadura fue primordial. Quien fue reconocido en su día —con justicia— como «motor del cambio» no puede ser preterido en razón de los errores —lamentables— que cometió en los últimos tiempos de su reinado. Errores por los que, por cierto, pidió perdón para, posteriormente, abdicar.

Quienes justificaron la ausencia de don Juan Carlos en los actos conmemorativos de los primeros comicios democráticos aduciendo que la figura del hoy rey emérito «dañaba» la imagen de la Monarquía, cometieron el pecado clásico de los cortesanos dejándose llevar por el «presentismo» tan en boga en este tiempo de pensamiento político líquido. Desdeñaban al padre creyendo que así «protegían» al hijo. Un vuelo de alcance gallináceo.

La Historia es la Historia y nadie tiene poder para cambiarla aunque sí se puede intentar falsearla. Que en la última etapa del reinado, en su vida personal, don Juan Carlos no estuviera a la altura de lo que se espera de quien tan alta magistratura ostenta, no desdice los aciertos de otros momentos. Esconder al rey emérito en el feliz aniversario de la Constitución sería algo peor que un error político. Sería un acto de cobardía institucional.

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