Diario de León
León

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Se cumplen diez años del comienzo de la crisis económica, esa de la que hemos salido pero si paseas por la calle te la irás cruzando, posiblemente hasta te choques de bruces. Extraña forma de ya no estar. No todos los aniversarios apetece celebrarlos. ¿De verdad que la crisis ha terminado? Las guerras siguen matando una vez se firma el armisticio, cuando empiezan a regresar los mutilados y los enloquecidos. Algo similar ocurre ahora con aquel derrumbe del estado de bienestar, que nos zarandeó por sorpresa en 2008. Quizá ya no hay frente, pero en los hospitales de campaña no cabe un herido más. Zapatero puso en duda que fuéramos a entrar en recesión. Un fallín, pelillos a la mar. Uno mismo en los primeros días bromeó acerca del vecino que pensaba comerme. Hoy, claro, con lo que sé de ella no haría chiste alguno, ni siquiera uno de autofagia, o sea que el menú me incluyese como postre. Ay, España, la que se te vino encima. Y la que nos sigue cayendo. Menos mal que ya no hay crisis. Lo siento, no termino de ver la recuperación, al menos a mí nadie me ha devuelto al mismo río en que me bañaba. Al contrario, observo muertos y heridos por todas partes. Decía Clarasó que un pesimista es aquel que en un gruyere solo ve agujeros. Lo mío es diferente. Veo a los ratones que se zamparon el queso, que no era suyo. Veo al gato que se ha comido a los roedores. Veo al perro que… Pero por más que miro, no alcanzo a ver el final del túnel. Como católico, tengo esperanza. Como ciudadano, pocas.

Como cada mañana, leo la cita de mi calendario de taco. Esta vez es de Ronald Reagan: «El Gobierno es como el órgano digestivo de un bebé: mucho apetito en un extremo y ninguna responsabilidad en el otro». No estoy seguro de haberlo entendido, me da que tiene razón. Un Zaratustra de las ciencias políticas comparado con Trump.

Diez años de crisis, su despedirse de nosotros está siendo tan lento que apenas se ha movido. La ministra de Sanidad ha anunciado la puesta en marcha de un plan para prevenir 3.600 suicidios anuales y 8.000 intentos graves. No, no vivimos un siglo de oro, salvo por la abundancia de pícaros. Infeliz aniversario, pues. Nada que conmemorar. ¿Me disculpa el lector si no le invito a tarta?

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