Cerrar
Publicado por
antonio manilla
León

Creado:

Actualizado:

No perdemos la esperanza. Ni nos dejamos vencer por el desaliento ni nos echamos en brazos de la siempre fácil queja. Al contrario, los leoneses cada día nos hacemos más fuertes en la ilusión de un futuro mejor, existan o no razones para ello. Aguardamos cualquier repunte como el que tiene una quiniela de once aciertos en la mano a la falta de un partido, esperamos los buenos tiempos en el andén de la estación con un pie en el estribo, ponemos una vela a Dios y otra al diablo para que ocurra algo, lo que venga es muy probable que sea mejor que este lento desangrarse por el sumidero de la despoblación.

Casi no hacemos otra cosa que tener esperanza. ¿Qué pasaría si emprendiésemos algo? No digo emprenderla a golpes con los responsables de esta demotanasia que está vaciando las calles de nuestras ciudades y las casas de nuestros pueblos, sino algo, como se dice, en positivo. Hay por aquí todavía, me consta, algunas cabezas bien amuebladas bullendo de ideas que podrían traer un poco de realidad a tantos espejismos. La pena es que a esas mentes no las consultan los políticos ni los gestores de esta provincia que alegremente camina hacia el concurso de acreedores. ¿Exagero? Si hasta algunas ciudades de Norteamérica, el país más acaudalado del mundo, han dado en quiebra, es algo que tenemos que empezar a contemplar como horizonte, aunque sea lejano porque todavía no somos pobres ni estamos demasiado mal administrados.

No perdemos la esperanza. Al contrario, la reforzamos año tras año y nos la van a entregar en depósito, como la copa de la Champions, por nuestra constancia, porque todo lo que menguamos en competitividad, lo ganamos en esperanza. Podemos perder grandes empresas, enterrar el carbón o más bien dejarlo enterrado, llegar tarde al tren de la prosperidad, pero no podemos permitirnos de ninguna manera abandonar esa vía de deseos imaginarios, que acaso no lleve a ninguna parte pero nos mantiene con vida como los juegos de azar y ese plano del tesoro que permanece oculto en algún rincón del desván del abuelo, aguardándonos. La esperanza es la imaginación de un futuro favorable. El único de los males que no fue a escapar de la caja de Pandora y que desde entonces pertenece al hombre. Inmune a los incendios y a la pedriza. Inmortal. Lo único, casi, que nos queda a los leoneses.