Diario de León
Publicado por
la gaveta césar gavela
León

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E n el oeste de la provincia de León, y no hace falta llegar hasta el Bierzo, hay algunos pueblos que parecen del Far West. El más grande es Brañuelas. Un lugar que tiene todos los misteriosos encantos de la distancia y la minería, de los bares bravos, de los hombres fuertes y las mujeres luchadoras, de la niebla y los trenes. Brañuelas tiene una historia ferroviaria, resistente y memoriosa. Un mundo que sabe a pasado, a tiempos mejores, a tolvas de carbón, a esplendor de tascas y migrantes portugueses. Brañuelas, pueblo perdido y sin embargo, al lado de las vías que llevan a Madrid o a Barcelona, a Irún o a las capitales gallegas, siempre fue un lugar afanoso y solitario. Distinto.

Recuerdo bien mis muchos viajes en tren, siendo adolescente, entre el Bierzo y la llanura diocesana de Astorga y La Bañeza. De aquel trayecto lo que prefería era su tramo alto, cerca del túnel del Lazo. Me gustaba contemplar desde el convoy aquel mundo de monte verde oscuro y de techos todavía de pizarra, donde las aguas se dividen entre la cuenca del Miño y la del Duero. Me gustaba ver Vega-Magaz, que quería ser una pequeña villa, se notaba mucho que lo intentaba con todo el interés. Y Porqueros, una especie de Brañuelas en pequeño, como un rincón de Colorado o de Utah, poblado por cepedanos de frontera y nieve.

Pero era Brañuelas la joya de la pequeña corona geográfica que había entre Astorga y Torre del Bierzo, otra población —Torre— tan concurrida entonces, tan metida en la dura mina y sus extensiones. Brañuelas era el lejano oeste a un paso de Astorga, casi también de Ponferrada. Un pueblo que tentaba a la literatura desde el carbón y la melancolía. Un sitio donde habría sido de lo más normal encontrarse en una de sus calles a Jack London. Escribiendo sus cuentos de trenes y mineros en un bar destartalado.

Brañuelas lo pasó muy mal durante muchos años. Y sigue en ello. Ha perdido un montón de habitantes, ha perdido actividad, almacenes, cuentos y leyendas. Porque se fue mucha gente, la mayoría. Pero quedaron unas cuantas familias tenaces, unos cuantos ancianos invencibles. Y después de quince años de noticias tristes y de tener la escuela cerrada, su alcaldesa Carolina López y sus concejales, tanto socialistas como populares, que en eso están sabiamente unidos, han logrado que el aula abra de nuevo. Con seis niños héroes, seis niños que son el fruto nuevo y amado del antiguo lugar bullicioso y hullero, hoy bajo el agreste sosiego del abandono. Brañuelas ha luchado y ha vencido. Y aunque sabe que lo tiene muy difícil disfruta ahora de un hito. De una esperanza. En la linde entre el sí y el no. Pero de momento por la parte del sí. Y eso se nota en toda su gente; no solo en los niños y sus padres: se advierte una alegría de la montaña, un trabajado orgullo, una forma más bonita de mirar a la vida. De brindar por ella.

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