LA GALERNA
Cinco horas al día pastando
Mínimo 150 días al año y un veinte por ciento de la jornada comiendo al aire libre. Hierba, se supone. Es el reclamo de una botella de leche que vende una conocida cadena de supermercados y que le ha convertido en noticia hace días. Leche de pastoreo, dice, y automáticamente nos viene a la mente una vaca bien hermosa rumiando en la montaña, libre, feliz, alimentada en plena naturaleza. Y nos gusta.
La campaña está pegando fuerte estos días y el asunto no es menor porque demuestra que hemos convertido en extraordinario aquello que debería ser ordinario. Vamos, que lo normal sería que las vacas se criasen al aire libre, comiendo en el ‘prao’, respirando aire en la montaña o en el páramo, qué más da. Pero la realidad es que estos animales, de los que comemos prácticamente todo, crecen a golpe de antibióticos, metidos en granjas y casi sin ver la luz del sol. Y luego comemos su carne y bebemos su leche. Algo similar a lo que pasa con las gallinas, hacinadas en cubículos y picoteándose unas a otras de pura desesperación. Ahora conseguir un pollo de corral de verdad es casi un milagro y comer huevos de alguien que las críe en casa, un regalo para el paladar.
Lo natural vende. Y muchos quieren subirse al carro como sea. Estamos tan desnaturalizados en un mundo tan globalizado que lo que antes era normal ahora nos llama la atención. Nuestros abuelos pondrían el grito en el cielo si vieran lo que nos llevamos a la boca, hipnotizados por una industria todopoderosa como la alimentaria, que nos dicta qué es lo que tenemos que meter en nuestra cesta de la compra y que nos hace creer casi cualquier cosa. Total, si lo venden en los supermercados, lo ponen tan mono y encima tiene vitaminas, minerales, es ‘fit’ y ayuda a reducir el colesterol.
Pan ‘rústico’, galletas ‘de la abuela’, huevos ‘camperos’, ultracongelados ‘de la huerta’, pollo ‘de corral’... El listado es interminable. Da igual lo que lleve el producto en cuestión si detrás le ponemos un apellido que suene a algo natural. Porque parece que no, pero vende. No importa que sean fideos chinos elaborados con pasta de panga si en el envase pone que acaba de ser pescado en un Atlántico libre de mercurio y microplásticos. Ver para dejar de creer.