Un acto de Fe(ve)
La Feve dibuja una vía estrecha que condensa como pocos otros conceptos la historia de León en los últimos 125 años. La Feve que nació para dar curso a las vetas de carbón que oían crepitar los mineros bajos los pies, cuando esta era una tierra en la que cabía la palabra desarrollo. La Feve que exportó el capital humano irrecuperable de brazos y familias hacia los altos hornos vizcaínos donde la industria era un concepto asentado con pilares de acero, no de barro como aquí. La Feve que empezó a declinar cuando el carbón cerró las cuencas de los ojos del valle de Sabero y los tecnócratas vinieron con las cuentas de resultados en la mano a cobrarse el cadáver que todavía daba señales de vida. La Feve que, frente al abandono de las administraciones, se reabrió con rabia y orgullo para defender la pervivencia de la montaña leonesa. La Feve por la que esta semana más de 4.000 paisanos, la mayoría de los pueblos del Torío, el Curueño, el Porma, el Cea y el Esla, bajaron hasta la ciudad a gritarle por cuarta vez a sus responsables que no están dispuestos a que se cierre de nuevo con el argumento de que resulta deficitaria.
La desidia sí que es deficitaria, como me espetó Inés un día que intentaba explicarle las razones del Gobierno y la Junta cada vez que bloquean un proyecto. La desidia con la que los dirigentes de Feve hacen que no haya interventores para picar los billetes, que la falta de maquinistas provoque que se queden los trenes parados en una estación intermedia y trasborden a los viajeros en el Alsa, que la carencia de combustible deje tirado un convoy en medio de la vía, que no funcione el aire acondicionado en verano y de repente se inunden los vagones... La suma de insultos ha expulsado a dos de cada tres viajeros, pero todavía no arredra a los valientes que se suben cada día en los apeaderos de la línea, que mantiene más casas abiertas en los pueblos que toda la Agenda contra la Despoblación de la Junta. Mientras, el popular Eduardo Fernández pregunta ahora por todas las respuestas que justificó en las dos últimas legislaturas y los socialistas de pancarta se quedan en casa y abogan por tener paciencia. Después de 7 años de obras, paralizaciones negadas y burlas, el Adif, donde los burócratas se distribuyen por sustratos a pesar de los cambios de gobierno, piden confianza en sus compromisos. Quieren un acto de fe: la convicción en lo que no se ve.