Diario de León
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león en verso luis urdiales
León

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E l cambio climático era Guzmán, El Bueno, revirado en su peana, de espaldas al mediodía, para evitar que el solazo de los sanmigueles le abrasara el ángulo de visión, cansada a estas alturas del desfile interminable de legiones en busca de la senda al pasillo de salida que señala con el puñal. Así resulta factible que el próximo cambio de estación de León se produzca en la del tren, al fin, y no en la guarida de ese anticiclón crónico que ha decidido prolongar las vacaciones de verano en el corredor de la cordillera, descanso para dioses, residencia de aristócratas con sus estancias holgadas y vistas de ensueño a los valles leoneses que amamanta, al amparo de la hoja que los cubre desde el mayo airoso, el junio florido, el julio lluvioso y hermoso. El otoño no comparece; tampoco a la cita empalagosa que venía a mantener en los septiembres de toda la vida con el punto de rocío del albor, cuando rompía la cáscara del huevo de cada día entre las brumas que impedían la nitidez de la montaña, del Teleno a las Ubiñas, de Polvoreda a las Pintas, del Gilbo a Torrecerredo, en ese relieve fascinante de crestas que la madre naturaleza regaló a los cazurros para que se sintieran confortados en la búsqueda del norte. La furia de luz diluye los ocres y bermellones que preparaban la envoltura del bosque ante el funeral inevitable por los Santos y azuza el destello del cobalto, los azules egipcios impropios, que sólo acostumbran a dejarse ver entre la serenidad de los atardeceres de agosto. El sol que quema y no calienta, congela el calendario y patrocina otro verano sin gente ni apreturas; el sol se apodera de una cuarta parte del año, que hasta no hace tanto se distinguía con una solana por entregas: aquella que seguía los preceptos de san Juan, pariente lejana de los postulados por Santiago, en las antípodas del estío que estiraba los dedos para asomarse a los días menguantes, según san Mateo, conquista ahora la esquina de san Miguel, veranillo raso, sin más. El mismo solazo que restó urgencia al viaje de ida de los veraneantes apacigua las prisas con la ropa de abrigo en las tiendas de Amancio. El sol aprieta con saña; como si acabara de emitir una orden internacional para traer de vuelta al tren que se llevó a las golondrinas. Mera apariencia. Que el invierno es el ADN de León.

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