Huir cuesta arriba
E l presidente Sánchez no ignora lo que debe hacer, que es exactamente lo que no puede llevar a cabo a pesar de su buena voluntad, que se enfrenta con la voluntad malísima de los separatistas.
La trama de manipulaciones y de intrigas se ha convertido en un rompecabezas, pero eso no es lo peor, sino que la mayoría de esas cabezas estén huecas y por eso hagan tanto ruido. Su connivencia con los separatistas, que en principio nos pareció a casi todos que era un atajo, se ha vuelto una trampa y ha colocado a la ministra Dolores Delgado en eso que llaman «una situación insostenible» precisamente los que tienen mayor empeño en sostenarla.
En vez de convocar elecciones, Pedro Sánchez ha preferido enrocarse en su postura que cada día es más incómoda. Sólo se libran los que han ido al entierro de Montesquieu ataviados para la ocasión. La ministra de Justicia sigue buscando los platillos de la balanza orinienta, que está desnivelada por el separatismo de parte de Cataluña, que no de toda.
El presidente Sánchez no tiene otra salida que no conduzca a la misma puerta, que por cierto desemboca en otra. Hace dos días, su castillo de mentiras, que ya no tiene una almena que pueda decir que es suya, sufrió otro ataque.
Sus artimañas no pueden durar siempre porque ya están vistas para sentencia. Las huidas hacia arriba son más fatigosas que las fugas normales y nos han hecho perder el aliento, que no es lo mismo que desalentarnos. Eso nunca. Ya sabemos que resistir no es vencer, sino perder más tarde, pero mientras podemos soñar con la victoria.