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True crime
Como no hay dos sin tres, y más en vista del éxito que obtuvieron las primeras entregas, la editorial La Felguera, con el gran Servando Rocha a la cabeza, acaba de publicar el volumen 3 de Fuera de la Ley, titánica aventura escrita que rastrea el universo de los bajos fondos en España desde comienzos del siglo XX. La investigación corresponde en este caso a las existencias delincuenciales entre 1937 y 1960 de maquis, quinquis y otros amigos de lo ajeno, recuperadas gracias a una ardua labor investigadora en periódicos de la época, libros y archivos fotográficos. La sensación de abismo y negrura que caracteriza a la posguerra, en aquel país del NO-DO, las demostraciones sindicales y los coros y danzas de la Sección Femenina, propiciaría que, a pesar de toda la represión y ocultación, el número de delitos se disparase. Y ello con la moralina del franquismo considerada como legítimo botín de guerra, algo que no constituyó un obstáculo para la golfería inmune a los rigores y horrores de la época, que para sobrevivir fue capaz de imaginar métodos y procedimientos diabólicamente creativos.
Así nacieron timos como los de la guitarra, el entierro, el tesoro oculto o el del cuentito. Y personajes del fuste de Pilar Pradas, la envenenadora de Valencia, última mujer ajusticiada en España por el procedimiento del garrote vil allá por 1959. O José María Jarabo, uno de los criminales más célebres de la posguerra. Tan despiadado asesino, surgido de las cloacas del franquismo, es uno de los símbolos populares de aquel hervidero de odios, al igual que los centenares de maquis que se echaron al monte con la ilusión de salvar su vida. Con gran honor, a mí me ha correspondido contribuir al libro con la grotesca historia del secuestro y asesinato del ingeniero Arriola, acontecido en 1945. Aunque parezca cosa de ficción, a la hora del rescate los bandoleros se disfrazaron de guardias civiles, mientras que los hombres de la Benemérita lo hicieron de mujeres, en una suerte de «con faldas y a la lo loco». La cosa, lógicamente, acabó mal, como cualquier True Crime que se precie.