EDITORIAL | Buenos datos, malas intenciones
El fuego ha dado un respiro a la provincia. Por primera vez desde que existen registros oficiales León salva la temporada de alto riesgo de incendios forestales con cifras que, comparadas con las de ejercicios anteriores, parecen insignificantes. Pero no lo son. El año pasado se quemó casi un 200% más de superficie que en el verano que acaba de terminar, pero entre julio y septiembre ardieron 112 hectáreas. El registro oficial habla de 106 incendios, y las investigaciones apuntan a que sólo 20 de ellos se produjeron de manera fortuita, debidos a rayos y tormentas sobre todo. El resto tienen detrás la mano del hombre. Lo que quiere decir que sin pirómanos ni imprudencias la provincia habría salvado el verano prácticamente sin incidentes ni pérdidas irreparables en sus montes.
Las causas de los fuegos forestales provocados por las personas tienen muchos orígenes, desde los descuidos a las prácticas agrícolas. Sin embargo, muchos de ellos están provocados intencionadamente, unos a causa de enfermedades y la mayoría simplemente por el afán de hacer daño. El vandalismo que alimenta un gran número de estos siniestros se plantea como un obstáculo imposible de erradicar.
La concienciación ha aumentado de manera importante en los últimos años, también la de aquellos que se escudan en la atávica costumbre de encubrir a los delincuentes. En lo que parece más difícil avanzar es en la necesaria prevención: la despoblación y el abandono de las zonas rurales crea el caldo de cultivo ideal para la extensión de los incendios.
La aplicación de la ley debe ser implacable en los casos comprobados, sólo penas ejemplarizantes pueden poner freno a conductas que no atienden a otro tipo de razones.