Diario de León

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Los dioses comen sopas de ajo

León

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Erundino Alonso ha hecho más por León que Don Quijote por La Mancha; dejémoslo ahí, para que no se ofendan los que cobran por hacer y no hacen, ni los que dicen que hacen y deshacen, que al final resulta infinitamente más costoso. Este hombre forma parte de un cuarteto que sabe latín, un fenómeno televisivo en la banda vespertina, del reposo de la puesta del sol, de elección libre y voluntaria; del contenido que sólo mueve a los inquietos de mente y conocimiento. A esa hora, Alonso eligió el margen que le permite el guión del programa para hacerle un monumento al plato que sostiene a los dioses de León, que son currantes, y que se basa en pan, agua y pimentón; y lumbre. España se perdió cuando dejó a una generación interpretar a coro la receta mediática de la leche, cacao, avellanas y azúcar sin reparar en las consecuencias en la fe y, menos, en el déficit nutricional del resultado que cabe en un recipiente ideal para el sorbo del vino con gaseosa. Erundino Alonso le hizo una oda a las sopas de ajo ante una audiencia ilustrada que sacia ante el televisor la apetencia por saber lo mucho que saben los demás; otro éxito para este leonés de alma y sentido, con raíces en un árbol genealógico de un insigne pueblo babiano. Las sopas de ajo son reparadoras, dijo, generoso, para compartir con los espectadores del Boom de Antena 3 la pócima que explica porqué la gente de León fue capaz de llegar aquí, a pesar de lo que le han echado a la espalda. Nadie ha hablado mejor de esta tierra. Nadie; nadie ha sabido esclarecer con más precisión la esencia de un plato que se comía en cazuela de barro. Las sopas de ajo alimentaron a los dioses de León, que eran los pobres; los del sudor y el hacha, encumbrados en los versos de Miguel Hernández, de la memoria honrada ahora por Erundino Alonso, que habla de León con una precisión memorable en estos tiempos confusos de presentadores del tiempo estrafalarios que lo anulan en el mapa de isobaras e historiadores que lo ignoran en el epílogo de agradecimientos; de políticos, que lo olvidan en los testamentos de los boletines oficiales. Erundino Alonso también se enfundó una camiseta con motivos de Laciana. No hay oro suficiente para acuñar una medalla que pague este tributo a León.

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