TRIBUNA
La Universidad de León borra su historia
L eón, ciudad ennoblecida por la historia, tiene sin embargo una Universidad joven que nació en el último tramo del siglo pasado. Es decir tenemos una Universidad adolescente, con poca historia.
Pues bien, esa poca historia que tenemos, la Universidad se encarga de borrarla, de hacerla desaparecer.
El fenómeno, de una gravedad extraordinaria, es sencillamente inconcebible.
Trataré de explicarme.
Acuda usted, amable lector, a la página web de la Universidad y pregunte por Andrés Suárez, catedrático que fue de la Facultad de Veterinaria y primer rector elegido. No hallará ni rastro de él. O haga la misma experiencia con José Luis Sotillo que dirigió la Comisión gestora, encargada de concebir la institución. Tampoco hallará la menor referencia a su paso por León.
Ocurre que el catedrático o profesor que se jubila es borrado sin piedad de la página web siendo imposible, por ejemplo, si alguien quiere trabar relación con él, que se le facilite su dirección electrónica.
Desde el punto de vista histórico lo único que puede leerse son unas vagas referencias medievales, la creación de los estudios de Veterinaria en el siglo XIX y, finalmente, la invocación burocrática de las leyes y decretos de creación de la Universidad a finales de los años setenta del siglo XX.
Ahora, busque usted el recuerdo en forma de breve curriculum de personajes que han servido de forma brillante a esta Casa como Pancho Purroy, Gaspar Morocho, Paco Rojo, Eduardo Zorita, Miguel Cordero, Santoyo (estos dos también rectores), Salvador Gutiérrez, Ángel Reglero, Elías Rodríguez Ferri, Juan Francisco Martín, Manuel Valdés o yo mismo por no citar sino unos pocos apellidos y no encontrará sino fragmentarias y antiguas referencias de prensa. No figura la más mínima documentación que aclare nuestra fecha de incorporación a esta Casa, la obra que en ella hemos escrito, los discípulos que hemos formado, en fin, la narración extractada de un pasado académico de trabajo y de esfuerzos.
De ellos la Universidad de León parece avergonzarse. Así de lamentable y así de crudo.
¿A qué se debe esta inconcebible chapuza? Pues a la desidia de quienes la han dirigido sobre todo desde la época en que la informática se ha adueñado de la comunicación. El actual rector, que hasta ahora ha gobernado con mejores formas que sus inmediatos predecesores, ha anunciado la reforma de la página web pero este deseo parece remitido a una fecha indeterminada. Personalmente me ha dicho que los servicios informáticos están en ello. No parece que su personal se esfuerce ni que ponga el celo adecuado. Y enfatizo: en todo caso ¿de quién dependen estos servicios sino del rector mismo? ¿pueden los funcionarios que están a su cargo borrar de un plumazo a Andrés Suárez, lo que sí hacen de forma expeditiva y con toda prontitud? ¿cómo se les puede consentir esta tropelía?
Vivo, como diría Gracián, en la edad del Desengaño por lo que pienso que este artículo nada va a arreglar. Me temo que la enmienda del desafuero está concebida a tan largo plazo que el daño continuará haciendo sus estragos y humillándonos a todos.
Quede al menos para la pequeña historia —ya que de historia hablamos— el hecho de que un profesor de la Facultad de Derecho denunció en su día la desatención grosera que padecen quienes han enseñado en estas aulas universitarias.