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León

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Por si el descabello airado de los árboles no fuera suficiente para hacer que nos descolguemos cuesta abajo por el tobogán anímico del otoño, el INE nos encaja de nuevo la proyección de sus cifras de población para enfocar bien el futuro que se nos viene encima. Los expertos demográficos avanzan que en los próximos 15 años la provincia leonesa perderá 51.890 habitantes, resta y sigue, y que una cuarta parte de los vecinos superará los 70 años. No pinta bien, pero tampoco sorprende a nadie. Venimos de ver otros 50.000 que se fueron en la última década con el último autobús de los domingos por la tarde, mientras las administraciones públicas se empachaban a discursos de auto ensalzamiento sobre sus esfuerzos en favorecer el desarrollo de esta tierra y se escudaban, ante las quejas por los resultados, en la libertad de las empresas para instalarse donde quieren, con los aplausos de la patronal leonesa como eco.

La inercia tiene un nuevo capítulo con el cierre de Vestas. La muerte televisada en directo de la factoría, con la plantilla acampada a la puerta durante tres meses para mostrar lo que significa la dignidad de la lucha laboral, se ha convertido en un espectáculo lamentable con la pugna del Gobierno y la Junta por arrogarse el mérito de encontrar una empresa que ocupe el vacío de la multinacional eólica. La carrera de las dos ultimas semanas por venderse como salvadores, con anuncios y contra anuncios, vacíos y desconfiados, muestra la ruindad de los responsables políticos ante el drama de 362 familias que saben que a final de año no mirará nadie para ellas. Ahora resulta que abundan las empresas que quieren tomar el relevo en el polígono de Villadangos para hacer dinero y generar riqueza en esta tierra. Ahora sobran las industrias que ven atractivo el suelo industrial para promover su negocio, mientras en las minas recelan del enchufismo danés frente a la dejadez de su decapitación, no menos anunciada pero quizá no tan granhermaniana. Ahora la Junta tiene capacidad para mover empresas, después de años de vender que no podían hacerlo, mientras primaban la instalación en Valladolid y potenciaban sus infraestructuras para que aumentara su competitividad. Ahora, cuando repiten la misma estrategia al alentar el parque agroalimentario castellano y boicotear la plataforma logística de Torneros, los políticos pelean por situarse en el mejor sitio de la foto de cara a la campaña electoral que se avecina. Ahora... Ahora ya es mañana y no queda casi nadie.