Ebullición política
L a actividad política, que en España no se toma vacaciones, ha entrado en ebullición con vistas ya a la compleja batalla multielectoral que se avecina. En la tensión anticipada que se vive influyen sin duda la debilidad parlamentaria del Gobierno, y la lucha implacable a que está sometido, unida a la preocupación y evolución del conflicto catalán ante el que tanto se echa de menos una mayor unión estratégica de los partidos constitucionalistas. Pero a Dios rogando y con el mazo dando, que dicen los refraneros: los partidos, que se van a jugar su futuro, están ya con la vista puesta en la primavera que viene en que tendrán que enfrentarse en las urnas por el derecho y por el revés.
Susana Díaz, la presidenta de Andalucía, que no parece ser santa de la devoción de Pedro Sánchez, ya se ha convocado las elecciones apenas a dos meses vista, para el dos de diciembre, anticipándose a coger sitio exclusivo en el calendario. Será sin duda la primera prueba de una sucesión de comicios que vendrá enseguida con elecciones europeas, autonómicas, municipales y, vaya usted a saber si entre tanto no se incorporan al programa las catalanas a las que el entramado circense que preside virtualmente Quin Torra parece predestinar, y las generales que con la boca pequeña, pero con bastante insistencia se reclaman tanto desde la derecha, como, un poquito menos, desde la izquierda. Más ejercicio democrático, no cabe pedir.
En el seno de los partidos, la máquina electoral ya está funcionando y en el entorno se observan los primeros movimientos con vistas a la futura composición de las listas. Son muchos los que quieren quedar como están y no pocos los que se mueven con la intención de colocarse. Las clásicas guerras entre compañeros de partido todavía están larvadas, opacadas por otros acontecimientos de mayor relieve pública que quizás cuantía política. Pero no tardarán en activarse e ir cobrando virulencia. Es lo habitual y, bien mirado, lo que procede. Un político que no luche, malo. La política es lucha entre ideas, proyectos y, lo malo, a menudo entre intereses. La actividad política cada vez se vuelca más el manejo de los números que en el de las ideas.
Que estamos entrando en periodo electoral se observa en la práctica totalidad de ciudades y pueblos de España. Por donde quiera que uno se mueva se encuentra con desviaciones del tráfico por obras. Los concesionarios se esfuerzan por cumplir los contratos y tener las obras terminadas para los meses de febrero y marzo en que el país será una fiesta de inauguraciones. Los presidentes autonómicos y los alcaldes, lo mismo que algún que otro ministro, se preparan para los maratones inaugurales que sueñan con que les resarza de las críticas acumuladas durante la Legislatura. Mientras tanto, a conductores y peatones nos tocará sufrir.