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Publicado por
al día LUIS DEL VAL
León

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E l oficio de profeta sólo se le duele dar bien a los profetas, y hay tres sectores en los que las profecías suelen fallar de manera estrepitosa: la meteorología, la economía y el periodismo.

No obstante, alguna vez los economistas y los periodistas la verdad es que aciertan y es cuando anuncian algo así como que hay tres nubes, cuya alta condensación se producirá este verano, y que pueden causar un chaparrón.

La más cercana es la consecuencia de los Presupuestos Generales del Estado, caso de que se aprueben, y si ello conllevará más recaudación, o la recaudación disminuirá pareja con la aminoración del consumo interior, y si ello producirá un preocupante aumento del paro.

La segunda es el empecinamiento de Italia en seguir la senda por la que caminó Grecia, aquél desprecio a las directrices de Bruselas, y el rescate posterior que ha sumido al país en una situación de declive económico del que todavía no ha salido.

La tercera, corresponde a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, que tendrá efectos malísimos en Gran Bretaña y muy malo y malos en la mayoría de los países de la Unión. En este último caso, deslumbra que tanto laboristas como conservadores se hayan apuntado a la Cofradía de Sostenella y no Enmendalla, sabedores de que si se celebrara un nuevo referéndum es bastante probable que el resultado fuera opuesto al anterior.

Si asistimos al hundimiento de Italia, a los efectos nada colaterales del brexit, y se cumple lo que vaticinan los economistas sobre los resultados de la aplicación de los presupuestos de los Reyes Magos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el verano puede ser bastante tormentoso, con la peculiaridad de que estas tormentas no concluyen cuando termina el verano y siguen los rayos y las centellas durante el otoño, el invierno, la primavera, otro verano, etcétera, etcétera.

Menos mal que el Congreso de los Diputados ha decidido que vuelva la Filosofía a la Enseñanza que reciben nuestras jóvenes promesas. Siempre podremos pedir prestado un libro a nuestros hijos, o acercarnos a la biblioteca y volver a leer a Zenón de Citio, padre de los estoicos, para intentar aclararnos.

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