Diario de León

TRIBUNA

San Marcelo, patrón y mártir

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Máximo CAYÓN DIÉGUEZ Cronista Oficial de la ciudad de León
León

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S an Marcelo es el patrón de la ciudad de León. Y, sin embargo, es un santo poco menos que olvidado. Su festividad, que es el 29 de octubre, eclipsada por las celebraciones de San Juan y San Pedro y por las de San Froilán, titular de la diócesis legionense, acaso perdura entre nosotros gracias a la advocación del templo situado al poniente de la desaparecida Puerta Cauriense.

En cambio, en pretéritas centurias, su protagonismo era muy distinto. La feria de Todos los Santos fue concedida a nuestra ciudad por el rey Enrique IV en 1466. Fijada su celebración quince días antes y quince después de la citada festividad litúrgica, al socaire de su desarrollo quedó incardinada la feria de San Marcelo, «en obsequio del glorioso centurión», como señala Pascual Madoz en su famoso Diccionario , fechado en 1847.

La notable oferta de ganado caballar, vacuno y mular atraía a un buen número de forasteros y acarreaba unas importantes transacciones comerciales, con la consiguiente activación de la economía local. Esta feria de San Marcelo dio lugar a un atractivo programa de actos populares. Su inicio se data en 1875. Entonces, según la prensa de la época, hubo concurso de cucaña, carreras de cintas, música de dulzainas y cohetes. Años más tarde, sesiones cinematográficas o la venida del circo, que se instalará en la plaza del Conde de Luna, incrementarán los actos programados por la municipalidad.

En el plano espiritual, San Marcelo ha sido también santo de rogativas. Sus salidas, bien solo, bien en compañía de la Virgen del Camino y de los restos mortales de San Froilán, se detallan en los libros parroquiales. En 1501, a causa de la sequía, se llevó a la S. I. Catedral. Lo mismo aconteció en 1586 y 1679. No obstante, ocasión hubo en que su salida obedeció a causa muy distinta. Así, el 10 de mayo de 1609, tercer domingo de pascua, se inauguraba la nueva iglesia del desaparecido monasterio benedictino de San Claudio, y con tan fausto motivo, [Antonio Viñayo. El Monasterio de San Claudio. Raíces de la ciudad de León. 1977. Pg. 50], «se organizó una gran procesión en la Catedral con el Santísimo Sacramento y el cuerpo de San Marcelo […]. En San Claudio se formó otra procesión que salió a recibir a la de la Catedral a la puerta de Burgo Nuevo. Portaban los de San Claudio doce andas con todas las reliquias de la iglesia. En Burgo Nuevo los hijos de San Marcelo saludaron a su padre y se postraron ante el Santísimo. Después, llegadas ambas procesiones al monasterio se tuvo la misa de pontifical». La Puerta de Burgo Nuevo se alzaba al lado del cementerio del Hospital de San Antonio Abad. Se la conocía también como Puerta de Árco de Ánimas, Puerta del Malvar o Puerta del Hospital. Se acordó su derribo en 1851.

San Marcelo y su esposa Santa Nonia fueron padres de doce hijos. Los tres primeros, Claudio, Lupercio y Victorico, fueron martirizados el 30 de octubre de 303 y sepultados en el mismo término donde se edificó el citado y desaparecido monasterio benedictino. Sus restos se encuentran hoy en el altar mayor de la iglesia de San Marcelo, en tres arcas del siglo XVII, autoría de Hernando de Argüello. En éstas fueron depositados el 24 de abril de 1601. Antes se hallaban en «tres arcas viejas de ciprés». Era abad del referido cenobio el maestro fray Diego de Venegas. Una cuarta, fechada en 1604, obra del predicho orfebre, custodia las reliquias de San Ramiro, prior de señalado monasterio, víctima, con sus doce monjes, del martirio a manos de los arrianos. Importó 1.104 ducados. Para entonces, otro religioso, fray Lupercio López, desempeñaba el abadiato.

La imagen de San Marcelo, vestido a la usanza del siglo XVII, se venera en el retablo central del mencionado templo. Obra de Gregorio Fernández, fue un encargo de Ramiro Díaz de Laciana y Quiñones, regidor leonés, al célebre imaginero, mediante contrato suscrito el 19 de febrero de 1628. Escoltan a la efigie las tallas de su esposa y de sus doce hijos. Éstas, obra de Santiago Velasco, datan de 1722. Un arca de plata, debajo de la mesa del altar mayor, guarda las reliquias del mártir y patrono. Realizada en 1627, se debe también al punzón del aludido platero leonés Hernando de Argüello.

Como dije al principio, San Marcelo es el patrón de la ciudad de León. Y, a mayor abundamiento, desde el 25 de enero de 1983, es decir, desde hace treinta y cinco años, es el patrón también de la Policía Local legionense.

San Marcelo fue ejecutado en la subprefectura de Tánger, el 29 de octubre del año 298, a causa de su pública defensa de la fe cristiana el 21 de julio anterior, aquí, en León, en el transcurso de las fiestas conmemorativas de los natalicios de los emperadores Diocleciano y Maximiano, ante las altas magistraturas romanas que ocupaban la tribuna establecida en el lugar donde hoy se alza la iglesia erigida en su memoria. Han pasado, pues, 1.720 años. Alfonso V de Portugal conquistó Tánger en 1471. Allí se halló una tumba en cuya lápida se leía: ‘Marcellus, mártir legionense’. La recuperación y traslado a nuestra ciudad de los restos mortales del santo centurión fue empresa llevada a cabo por el rey Fernando el Católico, el Cabildo Catedralicio y el Concejo leonés. Y el 29 de marzo de 1493, Sábado Santo, llegaban a León.

El capítulo XXX de las Políticas Ceremonias del Marqués de Fuente Oyuelo, fechadas en 1693, dispone que en la festividad litúrgica de San Marcelo, el Ayuntamiento de León, en compañía del Cabildo Catedralicio, al que ha ido a buscar a nuestro primer templo, «sale en procesión y va a la iglesia parroquial de este glorioso Santo, que goza su inestimable cuerpo, y allí se dice la misa con toda solemnidad, y la Ciudad se sienta con el Cabildo en la misma forma que va dicho en los días de sermones y letanías; vuélvese a la Catedral, adonde se da fin a la función». Actualmente, ponen término a este ceremonial, un pregón literario y la veneración de las reliquias de Santo Centurión, patrón de la ciudad de León.

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