Diario de León

MARINERO DE RÍO

Memorial de pérdidas

Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Han cerrado muchos sitios donde dejamos jirones de vida, memoria y salud. Demasiados, diría yo. A veces me parece que detrás de nosotros serpentean funcionarios de un oscuro departamento de Salud Pública clausurando toda clase de locales que juzgan húmedos o insalubres o nocivos para la educación del buen ciudadano, o sea, los lugares que realmente merecen la pena. Caminamos por la calle y antes de encontrarnos con uno de esos establecimientos ya suele crecer en nuestro interior un pequeño y caliente solecillo, como cuando acudes al encuentro de un amigo querido. Por eso, si doblas la esquina y te topas con una intolerable trapa que ha borrado el rostro del bar, o lo ves brutalmente transfigurado, te quedas unos instantes noqueado, incapaz de asumir la fechoría, contemplando como un tonto la escena del crimen.

Una de mis primeras experiencias de pérdida irreparable en el viejo León tuvo que ver con La Cepedana, donde de guajes festejábamos cumpleaños a base de chorizo, morcilla, embutido y gloriosas —avemaría— tortillas guisadas antes del boom de las pizzerías, hoy puro recuerdo que me eleva un pequeño oleaje en el sentido del gusto. Después empezaron a cerrar todos aquellos garitos donde no sé si fuimos reyes pero sí nos lo creímos, por ejemplo la larga ristra de bulliciosos pubs de Lancia y alrededores —el Rodeo, el Capote, el Moravia—, y los de un Húmedo que era olimpo de la rapacería rampante reunida en torno al bebercio camarada —el Quijote, el Galería— en unos años noventa donde no habían aparecido ni los hipsters ni el reguetón —la Raspa, el Vaticano—, rumba, rock, pop español, heavy, todo nos venía bien. Hace unos meses intenté bajar de nuevo a La Sal, ese sitio donde la música jamás decepcionaba y donde (por ejemplo) un amigo consiguió el milagro casi bíblico de caminar por el techo, y salí despavorido. Sucesivas caminatas por lo antiguo me han hecho sentir como en un bosque donde talaron los mejores ejemplares. La Pitanza, el Sevilla, el Lago Ness... Seguro que a ustedes también les está sorprendiendo este reciente aguacero de cierres. Porque será toda la capitalidad gastronómica que quieran, pero yo no veo más que cartón piedra, tabernas andaluzas y barras sin alma.

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