Diario de León
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NUBES Y CLAROS MARÍA J. MUÑIZ
León

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Esta provincia, está proclamado, tiene mimbres para tejer su futuro en casi todo. Y tantos teóricos de cómo trenzar las fibras como contadas (en la sombra de la práctica y la soledad de su empeño) manos para desollarse en el empeño. Las jornadas de debate de Diario de León sobre la economía local comienzan a evidenciar (se apreciará a medida que transcurran las semanas) que el discurso vira según el análisis provenga de los teóricos o los prácticos, que hay quien se aferra al viento de cola de la afrenta y quien se remanga no ya en el día a día, que es lo que hay, sino en el diseño de estrategias de futuro, que es lo que toca. Y toca con extrema urgencia, no caben más distracciones.

Entre la teoría y la práctica de esta urdimbre empresarial está el hilo que se teje entre la apuesta a la lotería de lo que nos caiga y la cabezonería de quienes entienden que no hay mejor lotería que el trabajo de cada día. Toda reivindicación es necesaria, para eso están las organizaciones. Que no deben olvidar que, mientras a Dios rogando, con el mazo dando. Bienvenido todo lo que llegue, que no será sin bendiciones contantes que quizá lamentar en el futuro; pero sobre todo elevado a los altares (también del apoyo público, no necesariamente en doblones) el esfuerzo local y arraigado, menos rentable en el cortoplacismo publicitario de la legislatura pero seguramente mejor implantado en el terreno local. Un campo pregonado a menudo como yermo, más por ñoñería costumbrista que por realidad de empeños de enorme mérito. Aunque sean microempeños. Que tampoco lo son todos.

No hay hoy mejor abono económico que la innovación. La inversión en este campo se ha reducido en los últimos años en España un 16% (León no está precisamente a la cabeza de este ranking); mientras que en Europa ha crecido un 36%. En el mapa de brechas que nos rodea, esta es sin duda la que más vértigo provoca. La que abre el camino del atraso, de la pérdida de oportunidades. Del tren en el que realmente tendríamos que tener fijada nuestra exigencia, sin aflojar el esforzado empeño reivindicativo general.

Como provincia, como sociedad, sólo tendríamos que lamentar que fuera cierta aquella máxima de Miguel Delibes, de que cuando a la gente le faltan músculos en los brazos le sobran en la lengua. Aquí brazos hay muchos. A menudo silenciosos. ¿Podrán más las lenguas?

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