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León

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Tras sonarse en un sketch los mocos con la bandera española, y ante la polémica creada, pero también ante la marcha de promotores publicitarios, Dani Mateo ha pedido disculpas. A su forma, claro. Más bien, ha lamentado las consecuencias personales y profesionales que está teniendo para él la misma, más que el acto cometido. Vamos, lo de casi siempre. Ah, el arrepentimiento con la boca chica. Los defensores de Mateo dicen que sketch fue una saludable muestra de humor irreverente. Ya, pero formulado desde un registro cómplice con quienes queman en la calle la bandera constitucional o la arrojan desde los balcones. El Intermedio es un excelente programa, pero lo suyo no es irreverencia, pues esta surge en los márgenes. Trump no puede contar chistes irreverentes, la irreverencia es él mismo. El programa de Mateo es comicidad industrial, casi siempre certera y bien elaborada, pero un producto calculado para un público concreto. El capitalismo de izquierdas tiene estas paradojas. ¿Irreverente Dani Mateo? Lo suyo es muy fácil, como si lo viese: «Negros —él ha utilizado esa expresión en un mensaje alusivo en Twitter que luego borró— para mañana me escribís algo muy bestia, pero muy bestia, sobre la bandera». Y el becario se lo tomó al pie de la letra. Pero un sketch no se improvisa, es mecanismo de relojería. Se quería ofender a determinadas personas, el error de cálculo fue el no prever que además se iban a sentir ofendidas los clientes publicitarios. Para algunos no hay más solemnidad que la de su cuenta corriente.

Un humorista no es un gamberro, ni siquiera cuando finge serlo, sino alguien que nos muestra la realidad en una clave distinta. Mateo y sus guionistas buscaron armarla y se han llevado un soplamocos donde más les duele: en la cartera. Ay.

No estoy abogando por un humor blanco, pues hay mucha injusticia que zarandear. En esta sociedad, lo provocador en un humorista no es sonarse la nariz con una bandera, sino tener los redaños para gritar: «abajo la audiencia por la audiencia». El dinero es la única enseña ante la que se cuadran algunos. Les dices que el dinero no lo es todo y lo consideran una grosería. Por sonarse la nariz se ha llevado un soplamocos, ¿no es irónico?