Pero ¿por qué insultan?
S e está empantanando la política española. Todos los líderes políticos alzan la voz con descalificaciones de grueso calibre contra sus adversarios. Y ahora que estamos en plena campaña de las elecciones andaluzas el tono, el mal tono, se ha elevado.
En los mítines suelen escucharse palabras cada vez más gruesas. No hay ideas ni soluciones sobre la mesa sino que los políticos dedican sus apariciones públicas a denostar a los líderes los otros partidos. Por no hablar de algunas sesiones de control en el Congreso dónde algunos diputados parecen decididos a convertir el Hemiciclo en el Club de la Comedia, pero sin otra gracia que el insulto. Esa forma de hacer política a mi me parece una falta de respeto a los ciudadanos porque lo que se hace es agitar bajas pasiones en vez de aportar razones.
También se demoniza a los ciudadanos que votan las opciones políticas contrarias. A lo que parece, para los líderes de la izquierda, los votantes del PP y de Cs son todos poco menos que fascistas. Pero si escuchamos a los líderes del PP y de Ciudadanos, los votantes del PSOE están avalando a un partido de traidores al país, por tanto ellos mismos son cómplices de los traidores. Lo peor es que hay muchos ciudadanos que «compran» estos insultos y estas descalificaciones, las interiorizan y se las creen. Es decepcionante que en vez de crear un espacio común de debate sobre proyectos e ideas, se azuce las emociones más primarias, los eslóganes más huecos pero incendiarios y al final se divida al país en dos mitades irreconciliables. Depende de lo que uno vote se encuentra en el bando de los traidores o de los fascistas.
Los políticos tienen la obligación de no denigrar la vida pública, de defender con firmeza sus posiciones pero respetando a sus adversarios y combatiéndolos con argumentos y no con eslóganes y descalificaciones de grueso calibre. Algunos políticos no le dan mayor importancia a la ensalada de improperios que se dedican los unos a los otros, lo justifican diciendo que un mitin lo aguanta todo, pero no se dan cuenta, o a lo peor sí de que van sembrando una cizaña que puede terminar haciendo difícil la convivencia entre quienes no piensan igual. En mi opinión esa manera burda de hacer política a golpe de insultos es una falta total de respeto a los ciudadanos. Luego se extrañan de que los ciudadanos terminemos desconectando, hartos de tanto ruido innecesario.