Una concienciación universal para erradicar la violencia de género
La masiva celebración hoy del Día Internacional contra la Violencia de Género pone en evidencia que se está consiguiendo la implicación de toda la sociedad para combatir una lacra universal, pero hay que evitar caer en triunfalismos cuando bajo nuestros pies yacen 44 mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas solo en este año. Aún queda un largo camino por recorrer y los avances que se han logrado hasta el momento en esta lucha no son suficientes para acabar con el goteo de vidas truncadas y arruinadas por el pensamiento que aún pervive en esta sociedad, la desigualdad entre hombres y mujeres, el mal endémico que es necesario atajar para empezar a ver la luz al final del túnel en el que nos sumerge la violencia machista. Convivimos en una comunidad en la que aún se consienten tópicos insanos y se aplauden comportamientos que deberían ser marginales y tratados como los últimos estertores de unas conductas en extinción. Estamos ante la oportunidad histórica de aunar todas las voluntades para que la concienciación alcance a todas las generaciones con la necesaria implicación política, legislativa y judicial. Es necesario que el mensaje se infiltre en todas las esferas sociales para que la violencia contra las mujeres sea desterrada definitivamente de la consciencia colectiva.
Pero si importante es atajar el sometimiento en las generaciones mayores, hacerlo en la mentalidad de los niños y los jóvenes es vital. La percepción de la juventud sobre esta causa debe ser la de la condena implacable, la tolerancia nula, el mensaje incesante y machacón que permita hablar con certeza de la próxima erradicación de la violencia de género.
Es relevante que se extienda la idea de que el maltrato hacia las mujeres trasciende el ámbito doméstico y se produce en todos los espacios y con esta premisa actuar para que la sociedad asuma su papel regenerador. También es imprescindible profundizar en el tratamiento de los maltratadores para trabajar en su reinserción cambiando una forma de vida transmitida de generación en generación. Pero lo más urgente es que la intervención contra la violencia de género sea universal, desde el entorno más cercano a la víctima hasta la actuación de las administraciones, poniendo en marcha mecanismos inmediatos de protección que acentúen la sensación de seguridad de las mujeres maltratadas con el fin de que se acabe con el sufrimiento en la sombra.