Diario de León
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León

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No creo, estoy segura de que el sistema sanitario español es nuestra joya de la corona. Los abusos contra él o las listas de espera son harina de otro costal, pero es innegable que es un lujo que te ingresen, te operen, te curen y te vayas a casa sin pasar por caja, aunque ya lo hayamos hecho previamente en forma de impuestos. Y todo esto en unas instalaciones buenas, con profesionales que saben lo que se traen entre manos....Hay de todo, si, como en todos los sitios, pero la realidad es que se merece una buena nota.

Aún así, faltan centros, profesionales y programas de atención de la salud. Y no digo nada de lo que necesitan los pueblos. Hay muchas cosas que mejorar y, de paso, reducir las listas de espera, aunque me llama la atención que en fechas como estas algunos renuncien a pasar por quirófano porque tienen otros quehaceres más importantes. ¿Pero la salud no es lo primero?

Y también habría que abordar el asunto de la comida que se da en los centros hospitalarios. Me sorprende escuchar al consejero de Sanidad diciendo que en el modelo prima la calidad y la seguridad alimentaria. Lo segundo quizás, pero lo primero... Los menús dejan bastante que desear, señor Sáez, aunque lleves horas sin poder comer y te tragues lo que sea. Una merienda de bizcochos de soletilla y café y un desayuno de galletas con la misma bebida no es lo que se entiende por un menú equilibrado. No está mal, pero no coincide en nada con las directrices que nos llega desde el Ministerio de Sanidad. Cinco raciones de fruta y verduras al día es lo que recomiendan y dejar a un lado los productos procesados. Y más en un hospital, donde se cuida la salud.

Estamos hartos de escuchar lo importante que es llevar una buena alimentación para estar bien, de la línea ascendente que sigue la obesidad infantil —los menús de los colegios dan para otra columna— y de los problemas cardiovasculares que genera el no hacerlo. Entonces, pónganse manos a la obra y ofrezcan comida de verdad. Que hablamos de un plátano en lugar de galletas, no de un plato de alta cocina. En la sencillez, muchas veces, está la clave.

La mejor forma de predicar es el ejemplo. No se puede decir una cosa y hacer la contraria. Mucho más cuando lo que está en juego es la salud.

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