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León

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El nulo éxito de supervivencia entre los que se meten en jaulas de leones para promocionar el veganismo podría servir de símil para el fracaso colectivo que sufrimos en España con el que a estas alturas es probablemente el problema más dañino y caro de nuestra democracia. El afán por el pactismo y por el buenismo ha animado hacia el matonismo a las respetables ideas nacionalistas, incluso independentistas, si se manejan y mueven en el imprescindible escenario de la democracia. Pero tanto los vecinos del norte, que dejaron un reguero de casi mil muertos y de decenas de miles de perjudicados —aún hoy la serpiente intenta morder cada vez que se la deja— como los del nordeste comparten al final el objetivo de chantajear al Estado y, por lo tanto, al resto de ciudadanos. Mal favor nos hacen quienes, ahora y en todos los tiempos, han apostado por los atajos —por falta de amplitud de miras, egoísmo y cobardía—, y han torcido la mirada buscando un mal acuerdo con quienes nunca se darán por satisfechos, porque saben que cada paso avanzado supone una nueva puerta que se abre.

La derrota del terrorismo de ETA sólo llegó cuando cayeron las máscaras y la sociedad dijo un ¡basta ya’ que obligó al Estado, a la policía y a la Justicia a meter mano de verdad en el asunto. Cuando se recuperó la calle, esa que ahora quieren conquistar en el nordeste. Cuando se acabaron las medias verdades, los atajos y los afanes por promover el ‘veganismo’ entre quienes tenían las manos con sangre. La primera batalla fue la terminológica. Llamar asesinos a los etarras les costó a algunos incluso décadas. Y después, desde unas bancadas políticas y desde las otras no faltaron los apelativos sobre el movimiento de liberación de Aznar o el apelativo de pacifista a Otegi de Zapatero.

Ahora afrontamos otro papelón con el ejército de Pancho Villa. En cuanto nos despistamos se nos meten en la jaula con el bote de la vaselina dispuestos a lo que sea. Ni una mala palabra ni una buena acción. Pero el daño a todos, en el frente que se quiera mirar, es ingente.

Seguir dando aire, concesiones y mirar para otro lado cuando las cosas no funcionan es siempre lo fácil. Muchos gustan de este camino. Tengo comprobado que cuanto más se acusa a otros de errores, de incompetencia, más se insulta al que no está... en verdad más se prueba la villanía y la incapacidad, pero hasta el rabo todo es toro, ¿o león?