TRIBUNA
La campanada andaluza, el rencor comunista y la Constitución
T engo la completa seguridad, que no sólo están todavía rumiando los resultados de Andalucía los protagonistas principales; seguro que junto a Santi Abascal líder de Vox, el claro vencedor en los comicios, el sectario dirigente del CIS, el simpar Tezanos, que le auguraba nada menos que 46 escaños al PSOE de Susana, se estará tirando materialmente de los pelos. Pero la estupidez mezclada con el sectarismo más pernicioso no tiene remedio. Ahora la encuesta del CIS le augura a Sánchez-Falconetti ¡¡ 12 puntos de ventaja sobre el PP de Casado!! En fin, la locura, como decía el clásico, tiene mala cura.
La imagen de la presidenta andaluza la noche de autos, una vez que el recuento de papeletas avanzó resultados inapelables, era similar como si a su venerada virgen de la capilla de los Marineros de la calle Pureza en Triana algún desaprensivo hubiera intentado hacerle una travesura indigna. La presidenta lleva muchos años en política para saber que un panorama demasiado oscuro se abre ante ella. Lo supo en ese preciso momento en que desde presidencia le comunicaron la catástrofe. Sabía que los resultados serían menos positivos que los que ella deseaba, pero no se imaginaba ni por un momento la sangría de votos que conduce al desastre, el subidón de Ciudadanos y mucho menos aún, la campanada de Vox, el partido al que casi todos, inclusión hecha de la inmensa mayoría de los medios de comunicación tildan de extremista, facha, inconstitucional (Carmen la de Cabra dixit ) y un largo etcétera de descalificaciones de toda índole. Sin embargo, el factor que plasmaba con mayor realismo el resultado de las urnas era el rostro hosco, iracundo de “Coleta-borroka” alias Iglesias, líder de Podemos. No salió al escenario la representante andaluza, la clinton gaditana, Teresa Rodríguez, bien por propia negativa o por imposición del líder, un personaje que asomó en pantalla con cara de crispación, de rencor, de mirada cargada de reproche odioso hacia todos aquellos que no secundan sus proclamas totalitarias. Lanzó una advertencia, una amenaza, más bien, y la cumplió al pie de la letra. Soliviantó a esa masa heterogénea de cretinos, vagabundos, ilusos, cafres, enrabietados, vagos, ninis, en fin, esa patulea infecta que por el menor motivo arrasa, destroza, insulta y pega. Es así, que a la voz del comunista radical de la coleta, la violencia se hizo patente en calles y plazas. Granada, Sevilla, y sobre todo Cádiz fueron escenario (una vez más) de la barbarie de la infame chusma. Esa que alienta el Coletas con sus proclamas incendiarias cuando las cosas no salen a su gusto. Luego los extremistas son los otros, los de Vox. Sólo hay que ver los comentarios y arengas de los podemitas en las redes sociales en estos días para saber a qué clase de gente nos enfrentamos. Al mismo tiempo, los patriotas de la CUP en Cataluña, auxiliados por los CDR, esos a los que el president nazi-torra instaba a “apretar” montaban la escena del desastre en las calles de Gerona y Tarrasa. Unos acontecimientos extremadamente graves pero que apenas han tenido reflejo en los medios de comunicación. Medios que están amordazados por la política absolutamente sectaria que ha impuesto Sánchez-Falconetti.
Al ciudadano de a pie no se le escapa que llevamos ya unos cuantos años en los que España se asoma cada vez más al precipicio de la radicalización. Desde los saltos de Zapatero en el estrado de Ferraz la noche de su triunfo el 14 de marzo de 2004, con dos legislaturas bajo su mandato que dejaron un signo de malestar que perdura hasta hoy, con un Rajoy que tuvo todo el poder en su mano para enderezar la situación pero cuya vagancia y cobardía dio al traste con las esperanzas surgidas de su victoria, para finalmente desembocar en un personaje como Sánchez-fraude, rodeado de una corte de corruptos y de tramposos, empezando por él mismo. Los únicos problemas que parecen preocupar a este gobierno fatuo son pasear la momia de Franco y reprobar al Rey, siguiendo el dictado que marcan los comunistas radicales de Podemos. Lo demás puede esperar. Mientras, todos los días aparece un sapo en el desayuno con la marca del gobierno. Es todo un sainete fantástico, vergonzante y bochornoso.
Los que vivimos la Transición, echamos de menos aquella cordura, aquella solidaridad, aquel estar de los políticos de entonces. Ver a Felipe González, a Guerra, a Herrero de Miñón a Pérez Llorca, a Tarradellas, a Fernández Ordóñez a Garrigues, incluso a Carrillo, y no digamos ya a Suárez o a Gutiérrez Mellado, y contemplar atónito la corte de desaprensivos que nos lleva gobernando los últimos veinte años, es echarnos las manos a la cabeza intentando escapar de una pesadilla que nos atenaza. Hace unas semanas, un jurista de prestigio y gran conocedor de los entresijos de este malhadado país, nuestro querido y admirado profesor Sosa Wagner, mostraba un panorama desolador en una larga y extensa entrevista. Abundando en las palabras de Paco Sosa, viendo el cariz de los acontecimientos en Cataluña y País Vasco (ambas batallas perdidas hace ya tiempo), País Valenciano y Baleares, la verdad es que la esperanza se difumina. El rencor del sectarismo más recalcitrante, la renuncia a los valores que significan patria y nación, la herencia de nuestros mayores, todo parece irse progresivamente al traste. Lo hemos dicho a lo largo de muchos artículos y lo repito porque es una constatación diaria: con el tiempo nos hemos convertido en el hazmerreír del mundo, no sólo de nuestros vecinos ingleses, franceses y alemanes. Gibraltar es el último recodo del camino antes de divisar en el horizonte la imagen de un presidente mentiroso y fraudulento, obsesionado más por la ostentación de poder (el Falcon y los rendez-vous palaciegos) que por el sano ejercicio del mismo. Un personaje que disfruta yendo de acá para allá sin saber muy bien para qué. Al sol del Caribe, a la sombra de Castro y sus mariachis se siente feliz. ¡Pobre España!