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Publicado por
Javier Tomé
León

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El alcalde capitalino, Antonio Silván, aprovechó a conciencia la festividad de la Virgen Inmaculada, tan acreditada en el calendario litúrgico, entregando el menguado aunque tradicional aguinaldo a las Madres Concepcionistas y, en una postal de confraternización, colocando una placa o sello de distinción en la esquina de la escalerilla de la plaza Mayor, a modo de homenaje urbano a dos establecimientos que forman parte principal del alma propia: Muebles El Condado y Casa Benito, una ventana abierta al pasado que rebosa clasicismo y saber estar. De todo el mundo es conocida la misión civilizadora de tascas y cafés, que en el caso de Benito se prolonga desde el lejano año de 1915, cuando abría sus puertas al público esta suerte de museo privado del bebercio en León, dirigido con mano experta por la saga encabezada por el legendario tío Benito. Con mando en plaza desde entonces, y nunca mejor dicho, pervive en una zona de ires y venires en la que se sigue condimentando, a día de hoy, buena parte del puchero de la vida leonesa, pleno de saberes antiguos y pinceladas costumbristas.

El Benitismo, al que muchos consideramos una forma de religión tan sincera como primigenia, forma parte de nuestra forma de entender la vida, la cultura y las costumbres aceptadas desde tiempo inmemorial. El eterno “ateneo del mus”, tal como lo bautizó Francisco Umbral cuando vivía entre nosotros, sigue configurado a modo de atractivo bodegón humano que refleja los hábitos y gustos leoneses. Allá a principios de verano la televisión de Valladolid me invitó a acompañar a Chus, nieto del fundador y actual mandamás de una taberna privilegiada en el mundo de los afectos, en un programa sobre la memoria y los recuerdos de un escenario que es símbolo de aquel viejo y humilde León de mentalidad anticuada. Y eso hicimos, recrear los protocolos y las liturgias —quinielísticas, por ejemplo— que se siguen preservando en el espejo de los años. Una tarea muy gratificante para todos los presentes en una grabación que culminó, como era menester, con la degustación de la sacrosanta mistela de Chus. Un lujazo.

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