Diario de León
León

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Caminamos sobre un cementerio inmenso que abarca la ciudad entera. Los más de dos mil años que acumula habitado el suelo de León, donde el campamento romano devino en esta realidad de pueblo grande con ínfulas, hacen que nos encontremos con sorpresas enterradas bajo nuestros pies. Cada día pisamos las cenizas de una historia que nos antecedió, pero que en pocas ocasiones entendemos, ni ponemos en valor, ni sabemos reconocer. A veces aparecen en la zanja de una obra para canalizar el gas, como hace meses en Santo Domingo, para reivindicar las huellas de las monjas y monjes de los desaparecidos conventos de San Marcelo, San Adrián, San Miguel y Santo Domingo. Surgen de repente en el movimiento de tierras de una obra, como el invierno pasado en la plaza del Grano, sembrada bajo los cantos rodados de feligreses medievales de la iglesia de Santa María del Camino. Afloran en la reurbanización de un rincón del casco histórico, como en el corral de San Guisán, cuya leyenda cuenta que las tibias de los galos muertos en la revuelta se diferenciaron de las pertenecientes a los héroes leoneses por su tamaño más largo gracias a la alimentación que disfrutaban. Asoman en los arreglos de iglesias, como en Palat del Rey, en San Pedro de los Huertos, en Santa Marina o en San Martín... Son huesos viejos. Polvo de un camino cimentado sobre el paso del tiempo. Muertos olvidados casi por completo que reclaman su protagonismo en la historia que los ha dejado en la orilla, como al cadáver aparecido en la cripta norte de la Catedral en 1990 y que, 28 años después, ha desenterrado Cristina Fanjul en una información en este periódico para intentar descifrar cómo, para que no les molestaran, el Cabildo catedralicio y la Junta fueron capaces de sepultar entre los escombros los restos, que apenas tenían medio siglo, sin que nadie investigara a quién pertenecieron, ni de qué manera llegaron hasta allí. Quizá entendieron que con echarlos a un lado les daban cristiana sepultura.

Este cementerio grande de León, en el que ya se mueren tres personas por cada una que nace, censa más difuntos desaparecidos, pese a que exista quien critica a las personas que los buscan. Hay muertos ahí abajo que merecen descansar y vivos que tenemos que saber por dónde pisamos.

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