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Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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Quedamos en colgar los mandiles de la capitalidad gastronómica sin olvidarnos de que el Manjar de Reyes no sólo debe seguir adelante, sino que tiene la encomienda de aprender de los errores y omisiones y poner en valor todo lo que de excelencia tienen nuestras despensas. Sacar provecho a partir de ahora de lo que debimos haber aprendido más allá de los laureles del evento. Dejar de mirar para otro lado cuando se apagan las cegadoras luces del escenario, incluso correr un tupido velo, sólo con la condición de ponernos manos a la obra, de verdad, a partir de ahora. Queda mucho por hacer. Casi todo. Ya no hay prisas ni oropeles. Queda la verdad. Y a esa no hay que darle palmaditas en la espalda ni barnices sonrojantes.

Ojalá al sector gastronómico y de restauración le quedaran de verdad lecciones claras de todo lo ocurrido, incluso de lo que pudo haber ocurrido. Desde luego, de lo que debe suceder a partir de ahora. Nos queda la esperanza de que así sea, que sólo se convertirá en realidad con el esfuerzo de quienes tienen la información (fundamentalmente los productos a promocionar) y el compromiso de los que deben ponerlos en las barras, en las mesas y en las tiendas.

Es en este último punto donde surgen algunos de mis temores. No por escéptica, sino por experiencia (lamentablemente, con desengaños reincidentes). A los hechos me remito. Hace apenas dos días remataba los fastos navideños entre amigos en un conocido restaurante de la capital. Al final un veterano camarero glosó los postres caseros y caímos en la tentación. Una cuajada con miel. Llegó el postre, colocado sin muchas contemplaciones sobre un plato y una servilleta que lucía el flamante logo de Manjar de Reyes. Como acompañamiento, un bote de plástico con supuesta miel dentro, y la marca de una conocida red de supermercados ondeando sobre la capitalidad gatronómica y las excelencias de la cocina local. ¡No me fastidies!

Si no hay sensibilidad, si no hay conocimiento, si no hay voluntad y sin entrega a la causa, muchas de nuestras reales mesas seguirán navegando en la ramplonería. Ni siquiera. Después de lo vivido y aceptado como animal de compañía en los últimos meses, despropósitos como este son una ofensa. ¡A remangarse! ¡Ya! Pónganse a la altura. O pongan las servilletas de Manjar de Reyes en el retrete.

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