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Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Pura metáfora provocada por el cambio de año que hoy inicia el proceso de normalización. Por decir algo, puesto que parecen avecinarse tiempos poco fáciles presididos por el encono y la confrontación. Un año electoral con raíces previas que parecen repetirse y que altera en buena medida el panorama dentro de la fragilidad del modelo de Estado cuyas instituciones están ancladas en el pasado, alejadas de la vida real. Realidad anacrónica cuando, según apuntó Z. Bauman, el futuro no es para siempre. Tan es así que la demostración ha sido palpable y las previsiones parecen apuntar en la misma dirección, en parte por el doble discurso de los partidos, que añaden más pesimismo al existente, según todos los indicadores. Y es que cualquier asunto, por nimio que sea, se convierte en enconada batalla política. Hasta algunos de los mensajes navideños fueron modelos de despropósitos fuera de sitio y ambiente. Los fanatismos impiden razonar, sin tener en cuenta la didáctica del escarmiento o el terreno abonado a la corrupción económica y, sobre todo, moral. El equilibrio de la balanza está en la ciudadanía, siempre que algunos irresponsables dejen de encender en ella la mecha de la provocación y el enfrentamiento.

En la agenda nueva hemos de anotar que disentir con respeto es lógico. Que tener ideas diversas es el principio básico del hecho democrático. Que la tentación de ilegalizar todo es un riesgo, que la convivencia no ha de asentarse solo en las exigencias ajenas, sino en más compromisos y cumplimientos propios. Los pactos de convivencia, tan necesarios, han de tener parte de su razón de ser en esta filosofía, no tanto, por ejemplo, en esa nueva e insultante ley de protección de datos, con los perfiles ideológicos personales que limitan nuestros movimientos y nuestra libertad. Seguramente eso sea posible cuando se preocupen de que la política no esté fuera de la realidad, sino preocupada por ella, no solamente en buscar las palabras más duras, indecentes con frecuencia, para definir lo que no está en el ideario propio. En fin, lo de tantas veces repetido con otras palabras, la política no puede ser un ramo de la industria.

Bajando a nuestras arenas territoriales, uno se atreve a pedir menos gestos sin contenidos, y que desaparezca, o remita al menos, el deterioro imparable de nuestra tierra. Realismo inequívoco. Para ustedes, lectores amigos, la sucesión de noticias positivas que pongan esperanza en el horizonte. Buenos días.