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EL MIRADOR FERMÍN BOCOS
León

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S upimos por boca de aquel enorme cínico que fue Tierno Galván que «las promesas electorales están para no cumplirse», pero lo que nadie sospechaba es que al «viejo profesor» le hubiera salido un discípulo aventajado en la persona de Pedro Sánchez. Tan aventajado que acaba de reconocer que tampoco hay que cumplir las promesas que se hacen en los discursos de investidura. Y así, de aquél «convocaré elecciones cuanto antes» —dicho en el discurso de la moción de la moción de censura contra Mariano Rajoy en junio del año pasado— ha pasado a decir hace dos días en Barcelona que «Cuando Rivera y Casado dicen ¡Elecciones ya!, que esperen sentados. Vamos a gobernar hasta 2020».

Intenta disfrazar de interés general —llevar la legislatura hasta el 2020— lo que no es más que su interés particular. Interés en mejorar las expectativas en intención de voto de un PSOE que con él al frente en las últimas elecciones generales obtuvo el peor resultado de sus historia.

Y le aplaudieron. Le aplaudieron por incumplir la palabra dada. Por romper con el que debería ser uno de los compromisos más sagrados de los servidores públicos. Si la palabra dada carece de valor, todo es posible porque se entra en el reino de la doblez y la impostura. A un político que así procediera, ¿quién le puede creer? ¿Cuándo dice la verdad y cuándo no?

Chesterton creía que el hombre que hace una promesa compromete una cita consigo mismo en el futuro. No parece que esa expectativa le robe el sueño al presidente del Gobierno. Es probable que al político Pedro Sánchez le preocupe el futuro menos de lo que a cualquier otro español visto que se conforma con tener bien amueblado el presente en la convicción de nadie le va a poder quitar lo bailado y lo viajado. Si en las próximas elecciones da resultado su táctica de alargar la legislatura forzando el discurso frentista del miedo a las «tres derechas», pasará por ser un lince de la política. ¿Quién le reprocharía entonces el incumplimiento de su promesa?

Si, por el contrario, el PSOE se hunde porque los electores le pasan factura por sus devaneos con los separatistas catalanes, se acabará su carrera pero en su condición de ex presidente se iría con la vida resuelta. Así, pues, pase lo que pase, gana. En semejante contexto, hacer honor a una promesa carece de sentido. Gato blanco, gato negro... lo importante es retener el poder. Y en eso está acreditando cierta maestría.