Liberticidas
E l problema de los que ahora se autoproclaman con grandes alharacas antifascistas es que ni saben lo que es fascismo, ni dictadura. Jamás los sufrieron ni, mucho menos, combatieron. Pero no es eso lo peor, el problema es que tampoco saben lo que es democracia. Y el mal es aún mayor: tampoco conocen lo que significa libertad. La democracia, ante todo y sobre todas las cosas, se sustenta en dos pilares. Los derechos, de ¡todos!, de expresión, reunión, manifestación y asociación y el voto soberano en urna como hecho esencial del que emana representación y poder. Su piedra angular es la libertad. La libertad de todos y de cada cual y sus derechos personales que acaban exactamente donde comienzan las libertades y los derechos de los demás.
Los que ahora suponiéndose la quintaesencia del progresismo y la izquierda están poniendo en marcha es en los hechos una violación total y absoluta de esos principios: los de la democracia y los de la libertad. Lo es por lo que importa. Por sus hechos. Porque cada cual puede adornarse con los más lisonjeros y petulantes calificativos. Pero si existen hoy en España sarpullidos totalitarios, liberticidas y antidemocráticos no son otros, en su mayoría, que los suyos. Vamos que utilizando su más repetida expresión, los fascistas son ellos. Exactamente quienes berrean de continuo la palabra como insulto y sentencia inapelable contra todos los demás. Los ataques y agresiones a quienes quieren exponer sus ideas es un elemental acto asociado a los regímenes dictatoriales y opresores, se llamen estos franquistas, fascistas, nazis, comunistas, maoistas, chavistas o de Pol-Pot.
El paso siguiente es el que estamos comenzando a vivir. El que, da igual con que color de camisa, conduce a no reconocer el voto ni la urna ni el resultado de la votación popular. Su presunta razón: el pueblo son ¡solo! ellos y como mucho quienes ellos digan que lo son. El resto no somos depositarios de derecho alguno, ni lo tenemos a la libertad, ni a expresarnos ni a votar. No somos personas. Somos escoria sobre la que cabe que la mordaza, el golpe y la extirpación de toda dignidad.
Lo que se ha empezado a vislumbrar en Andalucía es eso. Comenzó la misma noche electoral cuando los enfurecidos perdedores en las urnas, tras perder 700.000 votos y 17 escaños, mugían.
En esa espiral hemos entrado. Ha entrado la extrema izquierda que solo quiere llamar extrema a su costado contrario y ha entrado y hace mucho, el secesionismo, su aliado histórico en España. Los asesinos etarras fueron, como sufrieron en sus vidas cerca de 900 personas a quienes arrebataron el más sagrado derecho, el de la vida, aún más allá. Ahora sus sucesores políticos y orgánicos se abrazan con los anteriores y pretenden decir que las víctimas son ellos porque los asesinos están en las cárceles. Pero el PSOE está en Moncloa merced a todos ellos y ha puesto a España a su merced.