Diario de León

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Lunes de enero y domingos de abril

León

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Señalan al tercer lunes de enero porque no se atreven a mantenerle la mirada un minuto a la sobremesa de noviembre, con la tarde apuñalada al alba, para que así no queden dudas entre el sospechoso y el testigo, y las luces encendidas a las cuatro, donde aún siguen las farolas con bombillas que alumbran el avance de los que superaron la hora nona y los salmos de la misericordia. Lo llaman blue monday sin saber de la fiebre del viernes noche por las célebres calles de la ciudad, lugar mitológico del turismo de empinar el codo y limpiarse el bigote con la tapa, toma pan y moja de gañote que tanto entusiasma a los forasteros y a la amplia colonia de nietos leoneses de Getafe y Sestao, asoladas, con el censo diezmado entre bajas voluntarias y los lisiados que se recuperan de las cornadas navideñas. El invierno leonés cura los rayonazos de la tarjeta de crédito mejor que la cecina de babilla; de ahí la sensación de Berlín Oriental que acompaña el paso desolado de pub en garito, de bar en peor, no menos despoblado, en ese decorado que ofrece la plaza de San Martín como plató ideal para versión remasterizada del Tercer Hombre, de Charlie Checkpoint en la cuesta Castañones. De ahí, y de tanta gente en la diáspora, de ese León harto de llenar trenes sin billetes de vuelta. Esas variables no suman para la efeméride yanki que hicieron mundial a base de predicar, tal que el viernes negro, tal que otro jaloguin de quita y pon. Día triste que resulta de una ecuación entre deudas de las fiestas, los ingresos a final de mes, las hojas caídas del calendario; el fracaso frente a un vicio, los retos, los objetivos pendientes, la equis climática; 1/8C+D-d)3/8xTINxNA, concluyó el psicólogo Cliff Arnall, sin oportunidad de darse una vuelta entre persianas bajadas, carteles de venta, los bajos del INE, el iceberg del empleo, la pirámide poblacional, el consultorio sin médico, los impuestos sin retorno; las cinco, en el reloj del teleclub de Botines; la casa rural sobre los cimientos de San Marcos; la incesante traición de los políticos; la transición de los valles del norte; la sala de espera en maternidad; las instituciones leonesas, convertidas en sucursales, en fin. Pocas secuencias más tristes se pueden reunir en convención, sea lunes de enero o domingo de Pascua.

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