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Publicado por
al día ENRIQUE CIMAS
León

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H oy es San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia y obispo de Ginebra. Predicador insigne, fue asimismo, notable escritor y cronista. Por eso hago hoy esta aparición ante ustedes, porque pertenezco a ese colectivo profesional que trabaja para la literatura informadora.

Textos de rotativo para noticiarios debidamente ordenados por periodistas, con destino al común de los lectores.

Sin embargo muchos veteranos —y bastantes miembros de las actuales promociones de comunicadores— no estamos convencidos de que el mensaje de nuestros días llegue al lector, con la garantía de las debidas y benditas coordenadas del qué, quien, cuando, cómo, donde y por qué.

En Periodismo se ha dicho siempre: “todo, y de todo se puede escribir; solamente es indispensable la forma de saberlo decir”…, además de la deontología, que se supone. O lo que es lo mismo, ¡¡¡buscar la noticia, alcanzar la verdad!!!

Francisco de Sales fue un espejo donde poder mirarnos todos los periodistas del mundo. Escribía a ciencia de Dios, y conciencia de su honradez. Como apóstol de la catolicidad, en todo momento apareció dispuesto a jugarse la vida en la proclamación y propagación de la Verdad evangélica. Escribió, entre otras muchas obras, las Controversias y la Introducción a la vida devota , ambas, junto a sus famosas Cartas , adquirieron fama universal. Pero escribió también hojas cosidas a mano que repartía calle por calle, casa por casa de Ginebra, para contrarrestar el discurso de los enemigos de la Fe.

Yo no digo que los redactores y redactoras de este momento hayan de ser héroes, ni esforzados misioneros y misioneras de causas nobles, asemejándose a San Francisco y poniendo en peligro sus vidas; aunque bueno sería que, como él, indagasen la verdad hasta el agotamiento.

Practicar la auto exigencia moral en la elaboración del producto llamado noticia, es un notable acto de convicción y responsabilidad. Porque quien escribe sin haber agotado las posibilidades de imparcialidad y certeza, está incurriendo en una notable falta de malversación mediática. Y, además, no imita a aquellos grandes ¡reporteros! que fueron Juan, Lucas, Marcos y Mateo.

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