Diario de León
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fuego amigo ernesto escapa
León

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A punto de cerrar otro capítulo de su declive, La Robla aún aparece sembrada de enigmas. Empezando por su nombre, referido al apretón de manos que sella los tratos con valor notarial. Aunque el diccionario se distrae en acepciones laterales, como el agasajo a los mediadores o la comida que rubrica una tarea, nuestro prevalente derecho consuetudinario define la conrobla como el apretón de manos que sella los acuerdos. Claro que La Robla industrial dilapidó durante un siglo su historia y por eso el monumento de la montaña a la conrobla está en Boñar, también recinto acreditado de trueques y mercados.

A La Robla la fortuna del progreso le vino por el privilegio de su ubicación. El mismo que avecindó hace cuarenta mil años, en una cueva de Alcedo vigilante sobre el escobio del río, a los primitivos habitantes cuyos útiles de piedra conserva el museo de León. El control del paso estratégico fue también la razón que impulsó al rey Alfonso III el Magno a emplazar el demolido castillo de Alba obre la peña que lo vigila desde la orilla derecha del río. Tanto la cueva paleolítica de Alcedo como el castillo medieval de Llanos, que dominaban el paso del Bernesga, perecieron triturados por canteras. Cueva de la Cantera se bautizó la oquedad donde Julián Sanz encontró en 1925 más de un centenar de piedras pulidas. También la peña de Llanos se conoce como el Calero. Precisamente, una solicitud de ampliación de la cantera conllevó la cata arqueológica del monte que descubrió los restos del castillo: un muro de tres metros de ancho, los fosos y una puerta de sólido dintel orientada al valle del Bernesga.

Siglos de prosperidad ganadera dieron paso a la irrupción industrial de la segunda mitad del diecinueve. Su emplazamiento en la vía de comunicación de la Meseta con Asturias hizo que en 1868 tuviera tren con Madrid y trece años después con Asturias. Otros trece transcurrieron hasta que se inauguró, en 1894, la línea férrea con Bilbao, proyectada para dar salida al carbón hacia los altos hornos de la siderurgia vasca. Entonces, el tren hullero tuvo proyectada su extensión a las cuencas occidentales de La Magdalena y Villablino.

Un siglo y cuarto después de aquella aventura, también la cuenca minera más próxima a La Robla ha echado el cierre. Con dos estaciones ferroviarias, La Robla se dispone a ver sumergirse la alta velocidad en los túneles horadados bajo la peña del castillo, preparada para continuar la acogida de los pueblos de Alba y Fenar, cuyos núcleos integran su municipio. En realidad, La Robla pertenece a la tierra de Alba, más extensa de lo que pregonan hoy los apellidos de los pueblos. Además de Alcedo y Puente, río abajo La Seca, Cascantes y Valsemana, junto a Llanos, Sorribos y Olleros.

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