Diario de León

NUBES Y CLAROS

Héroes o villanos

Publicado por
MARÍA J. MUÑIZ
León

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Ninguno se queda dentro. ¡Gran novedad! Aquí lo sabemos hace más de un siglo, pero, paradojas de la vida, ha tenido que venir un caso dolorosamente mediático para que la ciudadanía se percate de los peligros que supone agredir a la montaña con un agujero y una jaula; arañar las entrañas de la tierra a pico y pala, encomendados sólo a la propia habilidad de entibadores; arrastrar kilos de maquinaria allá donde no han hecho surcos ni las ratas. Se asombra el público patrio de que trabajen a gatas por túneles que perforan con brazo de hierro (el suyo, ayudado con el neumático).

Mineros al fin. Y sus brigadas de salvamento, entrenadas desde la habilidad y la fuerza al control de la mente. Herederos de otros mineros, algunos muertos en el pozo. Formadores de bomberos y otros cuerpos de seguridad en la supervivencia en la ratonera de los túneles, como saben bien en la leonesa Fundación Santa Bárbara.

Son los mineros del carbón. Transmutados estos interminables días en involuntarios héroes. Que lo son. La avanzadilla del valor que desgraciadamente tantas veces hemos visto actuar en esta tierra. De todos los que durante más de un siglo han encendido la lámpara para entrar a la mina en jaula, trenillo, o directamente a gatas, que aquí lo que más ha habido han sido «chamizos», más poblados en su sucesión de turnos que los pueblos de alrededor de la bocamina.

Paradojas de la vida. Cuando las minas del carbón acaban de certificar su muerte (menos la pública, que sigue dando bocanadas a pérdida cuando las demás han sido liquidadas); cuando los mineros han sido colocados una y otra vez en la picota como ejemplo de retiro generosamente subvencionado por el erario público; cuando todo lo que tiene que ver con el carbón se ha cercenado no sin antes tiznarlo de todo tipo de argumentos económicos y sociales; llega un caso terrible que coloca a una de las brigadas del sector en el podio de los héroes. Y la ciudadanía se maravilla al saber cómo trabajan. Unos pocos de aquellos villanos sangradores de las arcas públicas y peligrosamente contaminantes son designados héroes nacionales. Sin importar que lo suyo esté en vías de extinción. Sin cuestionar de dónde vienen sus saberes. Sin que, es lo que hay, su fama vaya a llegar más allá de los contados segundos de gloria que el relleno de las interminables horas de audiencia les regale antes de fijar su atención en otra presa.

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