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Publicado por
GARCÍA TRAPIELLO
León

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Algunas piernas han decidido sindicarse por estar hartas de sus perneras y de ser poco o nada

cuando forramos el cuerpo si el tiempo arrecia o nos arricia. Dicen «ya está bien», «basta ya» y todas esas cosas que se gritan cuando la paciencia arde, «aquí no hay lógica ni sentido», insisten. Y se explican: «Cuando viene frío, os abrigáis y os hacéis barricada de ropa ante los avances del general Invierno, pero la mitad del cuerpo, de cintura para abajo, no recibe el mismo trato que el tronco y brazos que vestís con camiseta y encima camisa y encima jersey y encima chaqueta... y encima tabardo o un plumas si salís a la calle, mientras que a las piernas nos tapáis con solo franela de pantalón o leotardos o  medias y así nos echáis a la calle donde lo más frío repta y nos sube por los pies hasta las mismas ingles si además vamos en faldas para que se cuele mejor la cistitis por ahí... ¿por qué esta discriminación?... ¿no son los muslos y morcillos carne friolera también?... ¿no es absurdo este mal trato?... al menos vuestros abuelos tuvieron mayor piedad con nosotras y antes de ponerse el pantalón de pana o paño nos enfundaban en unos marianos de felpa como Dios y la helada mandan; y las abuelas, medias de punto y tres faldumentos... algo era algo, pero ¿y esta nada de hoy?... ¡piernas del norte y del sur, sublevaos, basta ya de tanto martirio!... ¡arriba las piernas parias!...

Es probable que a esta iniciativa sindical de las piernas ateridas se sumen en breve las cabezas, especialmente las despobladas, pues el 40% del calor corporal elige para fugarse precisamente la testa, chola, molondra o calabaza, así que en su pliego de reivindicaciones exigen boinas y gorras para todos como en los años del blanco y negro, capuchas, sombreros, monteras... incluso barretinas si hay que ponerse chorra o torra... y los maragatos, lo suyo, su teja de ala ancha, tan de curas.

Octavito, que adora la felpa, cree que los marianos volverían si se hacen de neopreno firmado por cualquier «adidas»; y no habrá pijo que no pique, dice. ¿Y aquella prenda infantil de abrigo tan común y ya extinguida, el «justillo»?... (averigüe el lector qué era)