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Publicado por
José Luis Prieto Arroyo presidente del partido Nueva Democracia, profesor universitario jubilado y escritor
León

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¿ Alguien tiene duda alguna de cómo actuaría la Administración si la enorme riqueza mineral que hay bajo nuestras montañas estuviera en otros territorios, Cataluña, por ejemplo?, ¿lo haría como ha hecho con el carbón leonés?, ¿piensa alguien que, si la central térmica de Anllares estuviera en el País Vasco, este pueblo iba a consentir que delante de sus narices fueran desguazando su caldera para chatarra?, ¿cree alguien con sensatez que si la Ciuden estuviese en Valencia o en Aragón iban a tolerar que se le asignase un presupuesto irrisorio para desarrollar actividades tan esenciales como esta entidad está emprendiendo o debería emprender? No, esto solo se le hace a quien se sabe que no va a mover un dedo siquiera para señalar.

Se me dirá que no soy justo, que ha habido manifestaciones, duras marchas y todo tipo de sacrificios, buena prueba de que los leoneses no aceptamos esta no menos injusta que grave situación. Y es verdad, pero creo que también yo tengo razón, puesto que no solo el dedo sino la mano entera a quien debería señalar es a los responsables directos de la situación, que no es el pueblo que la padece, sino algunos de sus dirigentes, los que despilfarraron los fondos europeos, los que levantaron obras inútiles, los que financiaron proyectos estériles, los que nos metieron en una Autonomía para cuya gestión no hay calificativo en el diccionario y que no solo no han pedido perdón, sino que con soberbia actitud persisten en el error.

El pueblo leonés no ha defendido como debiera este sector estratégico para toda la población, entregando a su suerte a las comarcas implicadas como si con las demás no fuera el asunto. Unos y otros debemos hacer autocrítica y asumir la parte de responsabilidad que nos toca.

Nueva Democracia se ha creado, entre otras cosas, para ir introduciendo el espíritu científico en el modelo de sociedad que proponemos, la Sociedad de la Educación, siendo un prerrequisito de tal espíritu no apelar ni a mitos ni a creencias para explicar la realidad, aunque es justo reconocer que ante esa actitud indolente de nuestro pueblo no es fácil dar una respuesta sin apelar a algún aspecto vinculado con la emocionalidad e, incluso, la irracionalidad.

Por eso ante afirmación tan grave como la que hemos expuesto, es obligado decir en qué se basa. Y no puede basarse en otra cosa que en los hechos. Como se suele decir, «para muestra un botón». O dos, o más, porque hay para dar y tomar:

Los leoneses de Laciana tuvieron que ver cómo, ya instaurada la crisis del carbón, se les ponía delante de sus narices la zanahoria del Parador. Estando la administración municipal de Villablino en manos socialistas, el presidente Zapatero puso sobre la mesa 12 millones de euros para la zanahoria, pero el pueblo solo sintió sobre sus lomos el tremendo palo, no ya de la incompetencia de sus dirigentes, que lo privó del parador, sino el de ver cómo sobre la base de esa misma incompetencia se destruía su patrimonio arquitectónico, como efectivamente lo fue el derribo de las históricas Escuelas, todos lo recordarán. ¿Responsabilidad? ¿Pero de qué habla usted? Responsabilidad, ninguna. Ante el derribo de un bien patrimonial para hacer hueco al parador que nunca existió, lo que hubo fue impunidad y, si acaso, aplauso, puesto que se siguió votando a los responsables del atroz atentado al bien común. ¡Viva la demolición!, que diría la Bruja Averías.

Los leoneses de El Bierzo asistieron impertérritos durante años al dramático espectáculo de las hermosas locomotoras de la MSP pudriéndose a la intemperie bajo la lluvia y al sol. Las mismas de las que luego alguna ha habido que reparar a buen precio tanto para el Museo del Ferrocarril como para el Ponfeblino, si es que las destinadas al tren turístico algún día llegan a emitir el evocador silbo de otra época por el frondoso valle del Sil. ¿Responsabilidad? Desidia, con total seguridad. Y no se hable de lo privado o lo público cuando un bien material se convierte en patrimonio industrial y/o cultural y pasa a formar parte del Capital territorial de un pueblo.

Y ahora, Anllares. La demagogia en torno al carbón, al servicio de todo tipo de intereses que no sería difícil destripar, ampara hoy la indiferencia de todo un pueblo ante su desmantelamiento. Nueva Democracia promueve y defenderá con vigor el aire limpio y las aguas claras, y no consentirá que la riqueza se sostenga a costa de la salud. Justo por ello el Plan de Desarrollo Territorial que, para El Bierzo y Laciana, en su momento, el partido expondrá (como hará para las demás comarcas leonesas y puedo anticipar que como ningún otro en décadas contribuirá a revertir la caída libre de la despoblación, promoviendo la inversión y el empleo), se someterá a estas exigencias de salubridad. Justo por ello cobra todo el sentido que se detenga el desmantelamiento de la CT de Anllares; justo por ello lo tiene también que las galerías de las minas sigan recibiendo atención, y justo por ello es obligado que alguna mina siga funcionando con normalidad.

Si los alemanes han resuelto seguir sacando y quemando carbón durante dos décadas más (y ya veremos lo que dicen para entonces), por qué el pueblo leonés debería renunciar a esta riqueza. Ya sé, lo de la ecología y el control de emisiones a la atmósfera. Pues bien, a los defensores de la ecología —entre los que me hallo— les recuerdo que los alemanes no dejaron de extraer y quemar carbón ni cuando los socialistas gobernaban coaligados con la derecha ni tampoco cuando lo hicieron con el partido ecologista de Los Verdes. Desde luego, sobre esto Nueva Democracia no va a contribuir a la demagógica contraposición de la salud al bienestar material. Porque no debería haber tal. Y no pedimos un acto de fe, lo demostraremos con el mencionado Plan.

En él se comprobará que, bien al contrario, y aunque parezca paradójico, la mejora medioambiental de ambas comarcas respecto de la actual situación medioambiental (provocada, no se olvide, por algún voraz empresario con el beneplácito de algún no menos irresponsable partido político que miraba para otro lado cuando se cometía el flagrante atropello ecológico) pasa por la continuidad de las minas, dependiendo esta de que no se desmantelen las térmicas. ¿Qué cara nos quedaría si los americanos encontrasen una solución al almacenamiento de CO2, como parece ser están ensayando con éxito? ¿Haríamos con las centrales lo que con las locomotoras?

Ante el conocimiento no se piden actos de fe. El satélite geoestacionario Sentinel 4, en breve, nos dará cuenta, en tiempo real, de las emisiones de contaminantes a la atmósfera. Pronto sabremos si lo que esputan las chimeneas de Compostilla es lo que nos dicen que tosen y si se parece o no al aliento que deberían emitir. Conoceremos en tiempo real la pureza del aire en Cubillos, Villablino, Cistierna o La Bañeza. Nadie nos podrá engañar. La Tecnología al servicio de la ciudadanía, sin demagogia política. Y es en aspectos como éste en los que se centra el Plan de Desarrollo Territorial para El Bierzo y Laciana de Nueva Democracia, basado fundamentalmente en proyectos tecnológicos, es decir, en la Tecnología al servicio del sostenimiento de las poblaciones y de la creación de empleo digno y continuado.

Por favor, detengan el desmantelamiento de Anllares, ¡sujeten a los chatarreros!, que si algo sobra en León es chatarra, tanto física como mental. ¿O es que ya nos hemos olvidado de las inefables «razones de Estado» que nos privaron del Autogobierno a todos los leoneses? Claro que, a cambio, nos convertimos en los salvadores de España. Hoy, hemos ascendido en el honor, pues a cambio de la políticamente impuesta renuncia al carbón vamos a ser los héroes mundiales del CO2, verdaderos salvadores de todita la Humanidad. Pero qué nos pasa a los leoneses, ¿hasta cuándo vamos a permitir que nos sigan tomando por el pito del sereno?

Lo sé: al título le falta la palabrota para ganar efectividad. Pero como quiera que lo que de verdad me importa es la satisfacción del lector, no he querido privarlo de que sea él quien, de entre su repertorio habitual, elija aquella que le parezca más apropiada para la ocasión. Y podrá cambiarla, si le apetece, cuando comente lo aquí escrito a los demás. No se contenga.

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