El lobo que viene
Cuando estás en la cama y tienes frío tiras de la manta sin darte cuenta de que lo más fácil es que dejes a la persona que tienes al lado con lomo descubierto. Eso es exactamente lo que está pasando con la gestión del lobo al norte de España, donde esta emblemática especie que hace varias décadas estuvo al borde de la extinción goza ahora mismo de una buena salud, tan buena que las comunidades autónomas tienen sobre su mesa la difícil ecuación de gestionar su existencia. Esta misma semana, Cantabria aprobó su Plan de Gestión del Lobo, donde bajo este ambiguo enunciado se esconde, como también ocurrió en Castilla y León, la clara intención de controlar al golpe de plomo el crecimiento poblacional de la especie. Esta apertura de la veda en Cantabria, muy aplaudida por cazadores y ganaderos, tendrá una inevitable consecuencia en las comunidades limítrofes, como en Asturias, donde este predador está debidamente protegido —menos cuando el Principado autoriza batidas para neutralizar a las manadas más perjudiciales para el ganado— y en Castilla y León, donde al norte del Duero la especie ha sido cinegética hasta que hace ya casi un año dijo lo contrario el Tribunal Superior de Justicia. El lobo, un animal capaz de recorrer en un día hasta cien kilómetros, no entiende de límites territoriales, por lo que la presión cinegética a la que estará sometido en Cantabria, y su infalible intuición, harán que las manadas avancen hacia las comunidades limítrofes, lo que en el caso de León, donde la reciente inmunidad ha disparado su expansión, supondrá una auténtica catástrofe que pagarán los de siempre, los ganaderos, y de rebote la administración (usted y yo) en forma de millonarias indemnizaciones por daños al ganado. Y mientras, el consejero de Fomento y Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, sigue dándole vueltas a esa ocurrencia de que el ganadero suelte la teta de la vaca y agarre la escopeta, los que la tengan, cuando sospeche que el lobo acecha su cabaña —poco sabe este hombre de las aficiones de los profesionales del campo—. Se siguen reclamando, desde todos los ámbitos, soluciones reales, serias y efectivas para compatibilizar la conservación de esta especie con la supervivencia de la ganadería, algo que sólo se puede conseguir con una gestión unificada de las comunidades autónomas más afectadas, desde el sentido común y la responsabilidad.