Diario de León
Publicado por
antonio manilla
León

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En el ámbito privado del estudio o de la galería de arte, una estatua no tiene obligación ninguna. Sin embargo, la escultura pública pienso que tiene que responder a un propósito celebratorio, pese a que también me parezca que se conmemoran demasiadas cosas mediante estatuas. No vamos a decir que uno se va tropezando con ellas, por ejemplo, en el entorno de la plaza de San Isidoro, pero si se parase a saludarlas y preguntarles por la familia a todas se perdería media mañana. A quienes disponen el emplazamiento de la estatuaria local igual había que pedirles no tanto propósito de enmienda como de dispersión. Y amplitud de miras. Ahora que hay tantas calles cortadas al tráfico y, por lo tanto, candidatas a la adjudicación de efigies y apologías feudales de la monarquía medieval leonesa, tal vez un comité de sabios en varias disciplinas podría reunirse para evaluar si hay candidatos al pedestal que no lleven siglos criando malvas.

¿Qué conmemora el pedrolo de Arroyo, la mosca gigante posada eternamente sobre la pared del instituto legionense? Nada. Si acaso el libre albedrío del propio artista. Y digo que nada conmemora, no que no sea metáfora de algo, porque bien sé que el arte de nuestros días de lo que más cargado viene es de discurso y profundidad. Al arte contemporáneo, acogido al sacrosanto mandamiento duchampiano del «porque yo lo digo», que no se apea de ese privilegio, tampoco hay que pedirle sentido. Sin embargo, a la rotonda inclinada de los hospitales, esa sublime instalación, situada en donde está, yo le encuentro un significado, una alusión a ese andar torcido, de pasos dudosos y destino atribulado o incierto, que a cualquiera que acude a un hospital más o menos le atemoriza un poco. Lo único que no salió de un taller sino de los planos de un ingeniero.

¿No tenemos grandeza que celebrar y compartir? ¿No ha dado esta tierra hombres concretos que merezcamos recordarlos con una talla o incluso con una alusiva y elusiva escultura abstracta? Digo en la historia reciente, incluso en nuestros días. Hombres o mujeres que nunca hayan montado a caballo ni portado corona, incluso que sean capaces de suscitar consenso a ambas orillas de la ideología. A mí, a bote pronto, se me ocurren unos cuantos, seguramente igual que a ti, lector, por no hablar de los que podrían proponer los miembros del jurado del Leonés del Año.

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