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Publicado por
EMILIO GANCEDO
León

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Echarse al monte, abrir vereda, hacer el cabra. Pisar campas, encarar la peña, llanear la collada. Asomarse a la sebe, seguir el suco, admirar la barda. Colarse en la corte. Respirar la paramera. Adentrarse en el chopal, el urcedo o la braña alta. Hacerse amigo de los adiles y de los barcillares, codearse con las biescas de roble quejico, saltar el regacho, husmear la canal, querer saber qué cosa esconde la portillera. Guiñarle el ojo al arroyo montisco, acompañar un poco la marcha lenta, poderosa y algo doliente de los grandes ríos nuestros. Echarse al monte, qué acto minúsculo y enorme, qué temible acción insurrecta.

Uno que se echa al monte. Así, a lo vivo y sin anestesia. Aquí uno que se echa al monte, que se oculta para luego desvelar y exhibir, como los fugaos de nuestros pueblos, como los viejos cazadores de alimaña, como los emboscados, como el buhonero que iba cosiendo las sendas con su mercaduría al lomo, así volvemos a la carretera pero no para vender sino para adquirir. Para que nos cuenten. El viaje puede ser de parlada larga a la vera del brasero, aunque hoy en día tengan más a mano el mando a distancia. No importa. Mientras haya mujeres y hombres, habrá historias saliendo de sus bocas. Historias con las que conjurar el tiempo, la enfermedad, la soledad o la muerte. Con las que hacer brotar personas y momentos ya escondidos tras los últimos montes del ayer. A la voz de ‘antes’, ‘trabajos’, ‘fiestas’ o ‘amores’, se alzan como por ensalmo relatos, oficios y sabores, una trashumancia de vivencias evaporadas pero que necesitamos imperiosamente rememorar, agarrarnos a ellas como un náufrago al tronco de árbol a la deriva. Respirar de vez en cuando los sahumerios de la memoria, como en un ritual atávico, para saber qué diantres somos, cómo hemos llegado hasta aquí, qué y cuánto les debemos a los mayores.

Detiene aquí su singladura fluvial este marinero de agua dulce. Por unos meses, esta barcaza de cable encalla, y su único tripulante se echa a los montes y a las llanadas del viejo reino para hacer acopio de palabras y filosofías, de noticias de los otros mundos que parieron el nuestro. Botas y fardela. Libreta y menú del día. Cámara de retratar a lo quieto y a lo movido. Poco más hace falta.

Echarse al monte. Hasta más ver.