TRIBUNA
Mujeres y educación: la pasión de enseñar
C uando se acerca la fecha del 8 de Marzo, día de la mujer trabajadora, son muchas las aportaciones que quieren hacer de ese espacio un homenaje, un recuerdo y una reivindicación femenina. Entre ellas sirvan estas líneas para homenajear a generaciones masivas de maestras de primaria, de secundaria y de universidad. Mujeres que vivieron con pasión su profesión como María Montessori, Gabriela Mistral, Marta Mata, Rosa Sensat, Hellen Keller y otras grandes de esta apasionante profesión, hoy tan devaluada, pero que tiene en su núcleo un amor a la docencia y al saber que la sublima y la ensalza aún en sus peores momentos.
Y es que la enseñanza debe ejercerse con pasión; como ser madre, o como ser artista, o como ser mujer. La dimensión diacrónica de las mujeres en educación es dilatada, más bien triste y, salvo excepciones, dominada por el patriarcado masculino en todos los niveles educativos. Pero no solo la mujer ha estado en segundo plano en educación, a pesar de ser quien mayor carga soporta en este bello trabajo y oficio, sino en la visibilidad que tiene socialmente: consultados los periódicos durante una semana en lo referido a imágenes que publican, solo un 15 % de las mismas son femeninas, y además prácticamente nunca mujeres solas; siempre bajo la compañía «protectora» de los varones. Aparecen en las páginas de sucesos, en alguna obra benéfica, en algún escándalo y algo en deportes. En las páginas del poder que representan las noticias políticas, las imágenes nos muestran o varones en exclusiva, o una mujer con 4 o 5 hombres.
A ello se une una cascada de declive presencial de las mujeres según se asciende en el sistema educativo. En Educación Infantil el 95% del profesorado son mujeres; en Educación Especial las mujeres ocupan el 81,5 de los puestos; en Educación Primaria, el 80%; En Secundaria obligatoria el 67%; en Bachillerato el 57% ; y en la Universidad solo el 40% del profesorado son mujeres. Pero en el alumnado de la Universidad se gradúan más mujeres que varones, el 58%; y defienden el 50% de las tesis; sin embargo, ello no cuaja en la permanencia y el acceso de las mujeres como profesoras universitarias. Así lo señala Pilar Sancho, presidenta de la Comisión de mujeres del Consejo Superior de Investigaciones Científicas: «Aunque el porcentaje de mujeres en el personal en formación es del 58%, la tasa desciende en los siguientes niveles hasta suponer solo el 25% en los profesores de investigación». Además de ser menos en la enseñanza universitaria ellas alcanzan con mayor dificultad los niveles más altos en las categorías académicas: solo el 21% del profesorado universitario son catedráticas por el 79% de hombres. Y ya en los reconocimientos, no es que sean pocas las mujeres, es que hay casos como la Universidad de León, con más de 50 doctores honoris causa, que no ha hecho ese reconocimiento a ninguna mujer (Es la tercera vez que publico y denuncio ese dato, sin conseguir corregirlo, pero ya dije: «No he de callar…»). Los datos generales evidencian la fuerte presencia femenina en los niveles más bajos y obligatorios, los menos apreciados y remunerados, y un incremento hasta invertir los términos, en la Universidad.
A todo esto se une el papel secundario que las mujeres ejercen en los centros educativos de primaria y secundaria, donde son mayoría, que se ha traducido en el llamado ‘harén pedagógico’: centros con mayoría de profesorado femenino y un varón que ejerce la dirección auxiliado por ellas como equipo directivo.
Pero los fríos datos serían poco atractivos si no se incidiera en la vocación, en la profesionalización y en la pasión con que las mujeres ejercen la enseñanza. Tres son los componentes de esa forma femenina pasional de desempeñarse en educación: comportamental, actitudinal e intelectual. El primero de ellos hace que en las interacciones con compañeros, alumnos o padres, primen los procesos personales y profesionalizantes, que incluyen elementos como aconsejar, tutorizar, animar, hablar, escuchar, guiar, etc. Además, en este componente se incluye el elemento competencial que se va adquiriendo en profundidad con los años y con el desarrollo profesional docente de las mujeres que enseñan convirtiendo en sabiduría su experiencia. El segundo elemento, es el actitudinal, vinculado a la percepción, la motivación y la satisfacción con la profesión de enseñar. En todos los estudios este componente afectivo se encuentra más potenciado en las mujeres que en los hombres y en la cercanía con los alumnos también, llegando a comportamientos cuasi heroicos, morales, éticos y socialmente valiosos. Únicamente el componente intelectual muestra rasgos más analíticos y racionales en la docencia de los hombres frente a las mujeres, pero en los estudios ellas obtienen mayores calificaciones habitualmente en las pruebas de acceso libres y en gestión del conocimiento adquirido. Finalmente, existe currículum oculto en los libros de texto con la desaparición de las mujeres; además cuando las presentan figuran en roles secundarios, familiares o heroicos, limitando con ello la aparición de modelos femeninos de comportamiento que tienen su efecto sobre los niños y las niñas.
Las mujeres seguimos limitadas por el famoso ‘techo de cristal’ muy difícil de romper y casi imposible de detectar. La casi totalidad de las profesoras hemos sufrido discriminación por ser mujeres, aunque seamos el colectivo que logró mayores cotas de igualdad. Lo que queda por conseguir irá llegando, con esfuerzo y testimonios continuados.