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PANORAMA javier fernández arribas
León

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A rgelia puede convertirse en una bomba de relojería que provoque una gran inestabilidad en el norte de Africa que afecta a toda la región y, por supuesto, a Europa. La incertidumbre que se ha creado sobre el futuro más inmediato del país por las multitudinarias protestas contra la intención del presidente Abdelaziz Buteflika de presentarse a un quinto mandato provoca un imprescindible análisis sobre los caminos a seguir para evitar la violencia. Los ánimos de una buena parte de la población están bastante exaltados por la precariedad que sufren diariamente debido a una crisis económica que les ha colocado en una nueva situación de pasar necesidades, de sufrir para poder llevar una vida más o menos digna.

Enfrente, tienen la imagen inagotable de una corrupción galopante que afecta a todos los sectores de la alta sociedad argelina. La realidad de Argelia responde a una gerontocracia dominante en todos los sectores productivos del país que no resiste a dar un paso al lado para permitir una nueva era de desarrollo para todos los estamentos de la sociedad argelina.

El problema de la candidatura de Buteflika no es el propio Buteflika, es la permanencia en el poder del mismo clan que ha estado manejando todos los hilos del poder, de la economía, del comercio, de la educación, de la escasa cultura y de algún buen deportista en los últimos años.

Las acusaciones de la oposición apuntan a su hermano Said, la persona que aparece siempre empujando la silla de ruedas que traslada a Buteflika al colegio electoral, en la última convocatoria electoral, que es de las escasas oportunidades que se ha visto en público a un demacrado presidente.

La preocupación general, tanto en el interior de Argelia, como en el exterior, sobre todo en la región magrebí como en Europa y Estados Unidos es preservar un clima social que evite enfrentamientos y violencia. Sin embargo, esta intención de preservar la estabilidad y la seguridad puede menoscabar la aspiración legítima de buena parte de la sociedad argelina de lograr un cambio que permita caminar hacia una democracia, una mayor libertad, menos corrupción, más seguridad y una vida más digna en unas condiciones mejores y saludables.

Estados Unidos y Francia son las potencias que más influencia ejercen en la política argelina, en detrimento de Rusia que ha visto menguar su presencia a lo largo de los años. Incluso, han disminuido las compras habituales de material militar ruso. También en este escenario se juega una partida de la guerra fría actual entre Washington y Moscú, donde los intereses económicos encabezados por la empresa nacional argelina de la energía Sonatrach, ha llegado a diversos acuerdos con multinacionales francesas y norteamericanas.