Diario de León
Benita (1902-1998 )

Benita (1902-1998 )

Publicado por
FELISA FERNANDEZ CABAÑAS
León

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E s alguien muy especial. La trayectoria de una gran mujer. Un siglo que enmarca una vida. La mujer de hoy se llama Benita. Ha vivido una larga vida de dolor y de esperanza. No es una historia detallada. Es una semblanza. Son pinceladas de escritos diversos sobre la misma mujer. Lo que esa mujer vivió, sintió, sufrió. Y lo que pensó, proyectó, habló y calló.

Breve reseña de su vida: Benita tuvo ilusiones juveniles y se casó con Daniel, que la sacó de su pueblo, la llevó a la ciudad, le dio dos hijas maravillosas y la hizo feliz.

Pero una guerra le arrebató a Daniel. La vida le cambió y empezó su trayectoria de lucha y victoria. Tuvo que vender lo poco que tenía, se quedó sin casa y anduvo de un lugar a otro buscando trabajo, capacitándose con una autoformación y con un tesón no común. Y consiguió hacerse un hueco en la historia, y crear un entorno feliz.

Del anonimato a la celebridad hay un proceso. El proceso de una vida de calidad. La calidad y la cantidad de su hacer, su trabajo valioso, sus actividades, que unían en una misma persona las del padre y la madre juntos (aún entonces que no existía la reivindicación por parte de la mujer de un puesto igualitario al hombre) aportaron lo necesario para subsistir y llevar adelante el hogar, dieron calor humano a las hijas, las hicieron crecer y las prepararon para sentirse capacitadas y útiles.

Su vida fue todo un éxito. Un éxito ante la familia y la sociedad, pues realizó un trabajo humano excelente. Fue una mujer sencilla, concreta y real de un tiempo, su siglo —el siglo XX— y un lugar, su ciudad. Pero ¿está lejos de la mujer ideal? ¿es que la ¡mujer ideal! tiene que tener cosas extraordinarias?

El sentido común que le impuso la vida y que la impulsó en la vida cotidiana hizo de ella una mujer grande, que se movió con soltura por el mundo, primero por su mundo familiar, después por horizontes mas amplios. Aprendió a desplazarse, a proyectar, a realizarse a si misma, leyendo, viajando..., sin más ayuda que su propia voluntad, sin mas apoyo que su propio afán y con el empuje de sus grandes valores: amor inmenso, fe recia, fuerza interior, eficacia ante los conflictos, entrega incondicional...

Notas de su diario:

«Estoy cansada de sufrir, el dolor y la amargura llenaron mi ser entero. Desde el silencio me he revelado y me he dejado llevar por el rencor. Sin él, que era mi vida, no podré vivir. Tengo una pena y no hay consuelo para mí. Mi vida ¡ha cambiado tanto! ¡me pesa tanto el dolor!» (agosto 1939).

«He llorado mucho pero también he pensado. ¿No tengo manos para trabajar y piernas para caminar y fuerza para luchar y corazón para amar? Dios me ha dado valor. Me animó a seguir caminando y en mi interior creció la esperanza después de muchas noches de insomnio y soledad. Había superado mi impotencia y me encontraba nueva para empezar» (noviembre 1939).

«Trabajé, trabajé, trabajé y saqué adelante a mis hijas que respondieron con creces a mis sacrificios y saqué tiempo para coser y hacerles vestidos y llevarlas impecables. Aunque yo seguía con el corazón roto pero con la «mano en el arado. Y después de mucho tiempo empezamos a vivir felices» (julio 1945).

¡Que fortaleza tienen estas mujeres que, como la mujer fuerte de la Biblia, hacen de todo y lo arreglan todo!

Dios se te hizo presente, mamá.

¡¡¡Bienaventurada seas!!!

Todo empezó un 15 de abril de 1902 y continuó con otros abriles.

«Otro quince de abril resplandeciente/ que nos recuerda el paso de los años,/ has vivido la vida plenamente/ y recoges los frutos muy colmados./ Fuiste primero niña y quinceañera/ con regalos, piropos y noviazgo,/ después esposa, madre y compañera,/ con amor, con dolor ¡desvelos tantos!/ Tantos amores que más no te cabían,/ tantos dolores que no te quedó llanto./ Amaste con pasión, tan a lo loco/ que dejaste a los tuyos y a tu tierra/ y del amor brotaron nuevas vidas/ que darían sentido a tu existencia./ Y sufriste más a lo loco todavía,/ tu vida se moría, nada era./ ¡Qué pintabas aquí si no tenías/ la fuerza de tu fuerza!./ Pero Dios te sostuvo,/ que quedaban/ muchos días de vida aún en la tierra/ —de «a mi madre en su 90 cumpleaños»—.

Notas de su diario:

«Los días pasaron. Pasaron los años y crecieron mis hijas. Ya no son las niñas tristes de antes. Son mujeres jóvenes, preparadas, responsables, integradas en su mundo y cumpliendo una misión en la vida» (enero 1955).

«Pero aún he tenido que sufrir más. ¡Dios mío! ¿Se puede sufrir tanto? He vuelto a quedarme sola. Las crías vuelan cuando crecen y tienen alas. Y yo me siento celosa de su mundo, de su elección, de su trabajo, de su familia» (agosto 1956).

«Dios ha vuelto a llenarme de luz. Vinieron días felices. Volví a la ciudad que me gustaba y a mis 80 años me vi rodeada de todos» (abril 1982).

«Dios hizo grandes cosas por tu mano / y ahora nueva vida te rodea,/ recoges ya los frutos sazonados,/ tus hijos, tus nietos y biznieta» (de «a mi madre en su 90 cumpleaños»).

«Hoy doy gracias a Dios por la vida. Me parece haber renacido de nuevo. Si, es una nueva vida viviendo con mis hijas en una casa nueva, cómoda, agradable y mía» (recogido de sus expresiones orales 1995).

«Una, dos, tres generaciones/ que tu hiciste posibles con tu entrega,/ porque no te reservaste nada,/ entregaste tu vida, toda entera» (de «a mi madre en su 90 cumpleaños»).

Ha sido hija, esposa, madre, abuela y bisabuela porque un siglo da para mucho. Su vida entreteje la historia y contribuye a continuar la ¡vida! Tiene un lugar indiscutible en la marcha de su tiempo, en el devenir de una época, en el hacer de su siglo, que lo vive todo entero (1902-1998).

«Y por eso tus hijos hoy te aclaman/ y te alaban, te miman, te respetan/ y ante todas las gentes te proclaman/ la mejor de las madres de la tierra,/ porque hoy más que vida es explosión,/ es un fruto maduro, es la cosecha».

«Alégrate, mamá ¡somos felices!/ agradecemos siempre tu presencia/ y aunque mil años vivieras en el mundo/ no nos cansamos de tenerte cerca» (de «a mi madre en su 90 cumpleaños»).

Hemos vivido el final de un siglo, de su siglo, con sus luces y sus sombras, como las de su vida. Se podría hacer un paralelismo. Pero lo real es que existió la vida, que triunfó la lucha por las causas nobles, que el amor fue un éxito cuando tuvo como móvil la entrega generosa, que las mujeres y los hombres del siglo XX prepararon un mundo mejor y contribuyeron a crear vidas humanas en las que el humanismo sea lo más importante.

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