Nada está decidido
V isto lo sucedido en Andalucía —la víspera de las elecciones del 2 de diciembre nadie daba un euro por el sorayista Juan Manuel Moreno Bonilla y ahí está, presidiendo la Junta—, nadie puede asegurar lo que va a pasar en España tras el 28 de abril. De momento solo tenemos las encuestas, así que para conocer el desenlace habrá que esperar calculadora en mano porque todos los sondeos hablan de un resultado fraccionado. A ningún partido le salen las cuentas en solitario. Al PSOE que es el que va delante en intención de voto, en el mejor de los escenarios le auguran entre 115 y 120 diputados. Ganaría una treintena de diputados. El Partido Popular, bajando, podría perder en torno a 40 o 45, pero todo indica que pese al castañazo, conseguiría mantenerse, con Pablo Casado al frente, como segunda fuerza política por delante de Ciudadanos.
De confirmarse esta proyección en la estela de lo sucedido en Andalucía el PP necesitaría pactar con Ciudadanos (Albert Rivera) y conseguir el apoyo de Vox, un recién llegado al que los sondeos pronostican alrededor de una veintena de diputados. De momento todo son conjeturas y la única certeza es que el escenario de la política española ha cambiado. Los nuevos actores secundarios han venido para quedarse y convivir con los viejos actores de reparto que proceden del mundo nacionalista o ya son abiertamente independentista. Con el PNV a la cabeza, amagando como de costumbre, y en la retaguardia, anunciando abiertamente deslealtad constitucional, el Pde Cat y ERC. Hacia esa parte del coro en la que acampa el conglomerado nacionalista mira de reojo Pedro Sánchez conteniendo las diatribas propias de los mítines electorales en la expectativa (y, en su caso, la esperanza) de tener que acudir a ellos para intentar reeditar el pacto de la moción de censura. No lo ha dicho, pero todo el mundo sabe que los niños ni los trae la cigüeña ni vienen de París. Tampoco hay apoyos sin contrapartidas. Hace tiempo que se viene hablando de indultos. Pero para que a Sánchez le salieran las cuentas, Podemos, el cuarto elemento, tendría que evitar el desplome que apuntan los sondeos.
Algunos pronostican que podría perder casi la mitad de los escaños que consiguió en 2016. Todo son cábalas pero aquí el que no corre, vuela y visto que Ciudadanos, en Navarra, ha llegado a un acuerdo con UPN (partido foral donde los haya), si las urnas confirman los pronósticos de las encuestas, hasta el PNV podría intentar hacerse perdonar la puñalada trapera que le dio a Mariano Rajoy. La única certeza es que nada está decidido.