TRIBUNA
Cuando la solución de un problema puede venir del pensamiento lateral
V ivimos en una sociedad altamente compleja, complejidad que se manifiesta en todas las etapas de la vida, desde la niñez hasta la edad más adulta; en todas las etapas educativas, desde la infantil hasta la universidad; en todos los grupos sociales, desde los más dependientes hasta los máximos dirigentes; en toda acción laboral, desde las profesiones más antiguas hasta las nacidas en nuestro siglo; en todos los sistemas políticos desde los dictatoriales hasta los democráticos; en fin, en las personalidades de quienes conformamos este mundo, desde los esquizoides, con su marcada tendencia a la introversión, al aislamiento afectivo y a la dificultad para establecer vínculos interpersonales; hasta las personalidades psicopáticas, con su tendencia a actuar impulsivamente, pasando de la sinrazón a la acción sin el intermedio reflexivo.
Dicho lo anterior, la realidad es que esta complejidad la viven cada día las parejas, sean del tipo que sean, los padres con sus hijos, los profesores con sus alumnos, los empleadores con sus empleados, los gobernantes con sus gobernados y cada persona, con su vecino, compañero, colega… Y si hablamos de las creencias, ideologías…, el problema se complica. ¡Ah!, y no digamos si entramos en el submundo de la política, íntimamente ligado a lo anterior, donde, en muchos casos, priman intereses personales, económicos, identitarios, lingüísticos… Realmente abrumador, pero altamente atractivo para su estudio.
Entonces, qué hacer para compatibilizar tantas diferencias surgidas por la edad, educación, creencias, jerarquía, ocupación, organización y, formas de ser y estar.
Admito la gran dificultad que se presenta para responder a este «qué hacer», aunque de entrada descartaría la respuesta dogmática que funciona en base dos -0/1-(verdadero/falso; sí/no; inocente/culpable….). No, creo que así no funciona, aunque haya mentes en todos los ámbitos (familiar, educacional, laboral, religioso, político….) que me contradigan abiertamente y griten que la única base efectiva es esa, la Base 2 (en el argot popular «estás conmigo o estás contra mí»).
Entonces, ¿cómo entiendo yo la respuesta a tanta complejidad, a tanta diferencia, sin que se rompa la armonía y nos ayude a construir una convivencia que supere la fría coexistencia? Pues bien, de entrada, lo haría buscando un pensamiento que partiendo de la enorme divergencia busque la convergencia en lo esencial. Me explico: En teoría existe una clasificación de los tipos de pensamiento, que, aunque parece fácil en una primera definición, cuando se profundiza en cada tipo se constata la dificultad que presenta mantenerla, ya que ni hay pureza intelectual, ni hay fronteras claras que los delimiten. Por otra parte, entiendo que esta tipología clásica pierde efectividad cuando se quiere trasladar a los fenómenos donde el ser humano es el primer protagonista. De ahí que procesos tan potentes como el pensamiento deductivo, que partiendo de afirmaciones basadas en ideas abstractas y universales se extienden a casos particulares (serían los tres tipos de silogismo: el lineal, el categórico y el condicional) o, el pensamiento inductivo que hace inferencias de tipo general a partir de observaciones de casos particulares, y otros tipos como el analítico, sintético, convergente… se vean poco eficaces cuando buscamos soluciones o queremos responder a la actual problemática social. Es lo que se viene denominando «pensamiento vertical».
Llegados a este punto propongo se ensaye en los distintos contextos anteriormente citados (familiar, escolar, laboral, político…) otro tipo de pensamiento «El pensamiento lateral», que aunque con años en su haber, ya que fue acuñado por Edward de Bono en su libro New Think: The Use of Lateral thinking publicado en 1967, es, a nivel general, el gran desconocido, aunque ha demostrado ser una herramienta válida para afrontar problemas de forma indirecta y con un enfoque creativo.
Este tipo de pensamiento, aplicado a la vida cotidiana, permitiría encontrar diferentes, nuevas e ingeniosas respuestas para problemas que surgen y que al no darles respuesta se enquistan y terminan contaminando al individuo, al grupo y por ende a toda la sociedad. Este pensamiento lateral nos abre a nuevas soluciones y nos brinda la posibilidad de ver los problemas o situaciones desde distintos puntos de vista; nos permite ser imaginativos y superar estereotipos que en nada nos benefician.
Cada uno, con su libertad de pensamiento, puede particularizarlo o generalizarlo, revisando sus propias vivencias en los distintos ámbitos donde día a día se desenvuelve, o reflexionando sobre las noticias que nos llegan a través de los distintos medios de comunicación, como es, entre otras, la reforma de la Constitución, el encaje de una colectividad en otra estructura superior (tema comunidad catalana-estado español), la búsqueda de una solución al problema de las pensiones en el futuro, a la despoblación en el medio rural, a la superación de las, cada día, mayores desigualdades entre los habitantes de las distintas comunidades autónomas…..
Entiendo, ahora que estamos en periodo preelectoral, que si toda la clase política utilizase más este pensamiento, se superaría la polarización, la radicalización y la imposición y se abriría a la oportunidad de hablar y escuchar con amplitud de miras; de buscar soluciones creativas, más allá de las preestablecidas con discursos, muchas veces obsoletos y sin visos de aplicación. Y, si nuestros políticos no son capaces de afrontar temas de vital importancia, como los que anteriormente apunté, tal vez sea el momento de que hable el pueblo, no a través de sus representantes, que en muchas ocasiones lo son solo de sus idearios o intereses, sino mediante consultas directas donde cada español exprese su voluntad, como ser adulto, responsable y actor de su propio futuro.
Espero que este ¡pensamiento lateral! se abra paso y conviva con el ¡vertical! en la búsqueda de soluciones en todos los contextos donde el ser humano tiene la palabra. Sea.