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Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Recientemente se presentó La flor amarilla del prestidigitador, un libro de Gustavo Tatis Guerra, periodista y escritor. Cuenta secretos de familia y claves ocultas de la obra de García Márquez, siempre en el delicado filo entre la realidad y la ficción, creador de uno de los mundos literarios más ricos y fecundos de la literatura de todos los tiempos. También un ‘mentiroso’ eminente que al conocer la concesión del Nobel, dicen que exclamó: «¡Mierda, se lo creyeron!». Nada de extraño tenía que sus padres afirmasen, con cariño, que su hijo era un mentiroso, por su capacidad para inventar. «La clave —confesó García Márquez al autor del libro— está en saber atornillar las mentiras».

La obra del colombiano ha sido siempre una de mis debilidades, más si cabe después de haber conocido algunos espacios míticos que recuerdan, o son Macondo, caso de la ciudad colombiana y caribeña de Mompós. La casa de la delicada y hermosa Betty Sinning y su ambientación literaria, intensificada en los últimos tiempos, respira el aire necesario para que su atmósfera te envuelva en conversaciones, ficticias por supuesto, con algunos de sus personajes. Aprovechando mi paso por Cartagena de Indias, fui a su casa. No estaba. Había viajado a España. Lo encontré en Barcelona, pura casualidad, al abrirse un ascensor que esperaba. Amabilidad y conversación sin prisas.

Entre lo comentado, no faltó alguna que otra anécdota. Le pregunté por el origen de Remedios la bella, el personaje de Cien años de soledad que se elevaba al cielo. «Pura ficción, una mentira literaria», me contestó. No es que tenga importancia, pero queda claro el origen en el libro de Tatis Guerra, que me despeja la incógnita de una curiosidad antigua. Según su madre, doña Luisa Márquez, está basada en «una criada del mismo nombre que se fugó con su amante. Cuando un día le preguntaron a doña Luisa qué había pasado con ella, respondió: «Se fue volando». Y Gabito, presente, asoció los términos hasta convertir la explicación en literatura».

Juan Valera tiene un cuento titulado El cocinero del arzobispo, en que, por razones que no vienen ahora al caso, aquel acaba diciendo al cocinero: «Pues miénteme tú también…». Hay mentiras piadosas, mentiras literarias que endulzan la vida y nos hacen viajar por el colorido mundo de la ficción, los sueños y las fantasías, tan necesarias en momentos en que reinan las mentiras de los políticos, que solo conducen al engaño. La elección puede evitar sor?presas y decepciones.