AL TRASLUZ
Dos de aquí
Nunca leo un libro solo porque el autor sea leonés. Una vez concluido, si me ha gustado y además es paisano… miel sobre hojuelas. Acabo de finalizar la novela Sinfonía de Praga, de Demetrio Fernández González. Me ha parecido excelente. Dicho esto, saco pecho chauvinista: es de los nuestros. Mejor llamarla «nowwwela» o «nowela » como se sugiere, pues el papel no es su límite físico. El lector de la obra puede acceder en la Red a contenidos adicionales, tal las películas en deuvedé. Don Demetrio es de Villahibiera, como mis amigos los hermanos González: Amancio y Germán. Que alguien nacido en un pueblo que no llega a los 150 habitantes haya escrito una obra tan europea parece paradójico, aunque a él se le nota que lleva encima mucho kilometraje, mucha lectura y mucha música. Por Sinfonía de Praga asoman Kafka, Brod, Einstein, Schödinger, Mahler… también los horrores del Holocausto, aunque no solo los de este. Trama y subtramas atrapan como anzuelo de Hitchcock. No nos conocemos en persona -vive en Madrid-, aunque hemos intercambiado correos. Catedrático de literatura e inspector de Educación, ha ocupado cargos en este ministerio, dentro y fuera de España. ¿Autor leonés? Sí, claro, pero de vuelo alto, en su fondo y en su forma. Contiene una ironía lapidaria muy nuestra. En efecto, el autor es villahibiriense; el narrador, también (Cervantes nos enseñó a no confundirlos). Les gustará si les gusta Umberto Eco. O sea, si son buenos lectores
Y he leído la desgarradora Silencio, de Shûsaku Endô. En 1971, fue traducida del japonés al español por dos jesuitas: José Miguel Vara y Jaime Fernández. De este, berciano de Albares de la Ribera, conocía su ya su estupendo manual Invitación al Quijote. En 2016, Scorsese estrenó una adaptación cinematográfica. Ignoro si don Jaime vive y continúa impartiendo docencia en la Universidadde Sofía, en Tokio. Seguro que allí se acordaba de Santa Bárbara también en los días soleados. Otro leonés con mucho kilometraje.
En efecto, el mero hecho de que el autor sea de aquí no me incita a leer una obra Pero si una vez leída es buena, siento la grata complicidad de la pertenencia a un mismo paisaje, exterior e interior. Y entonces, lo admito, me enorgullezco.