TRIBUNA
Escribir una ópera para Guzmán
E ste año se cumple el 725 aniversario de la defensa de Tarifa (1294), dónde el leonés Alonso Pérez de Guzmán alcanzó la categoría de héroe universal. Es evidente que existen muchas formas de rememorar o evocar hechos notorios: históricos, literarios, profesionales, científicos; incluso humanos. Bajo esta última consideración pueden añadirse a la persona un relato histórico y literario. Este el caso de Guzmán el Bueno: héroe, guerrero y conquistador, quien fue protagonista, como hemos reiterado, en el acto heroico de la defensa de la plaza de Tarifa (septiembre 1294) en el periodo de la Reconquista. Hoy nadie ignora el sacrificio, el ejemplo, la firmeza y la responsabilidad histórica de Guzmán para defender el bien/supremo de la defensa de la España cristiana frente al ataque de los musulmanes (benimerines). Hasta consintió que mataran a un hijo en manos de los moros, (con la ayuda del despiadado y miserable infante don Juan, hermano rebelde de Sancho IV el Bravo) antes que entregar la plaza de Tarifa (Cádiz).
He aquí el heroísmo por defender la dignidad de la España de entonces. El héroe a quien la naturaleza tiene predestinada para grandes acciones. Se trata de una gesta honrosa, digna, leal, de buena fe, llena de abnegación y valentía. En la acción heroica no cabe el desaliento en un corazón valiente. El cumplimiento del deber y del honor se extenderá hasta el sacrificio. Ante la situación de la plaza de Tarifa, territorio clave para dominar el entorno del Estrecho de Gibraltar. ¿No sería mejor abandonar el puesto para evitar el sacrificio del entrañable hijo de Guzmán? (aquella criatura en la flor de su edad, llena de ilusiones). La respuesta de un héroe fue tajante: «no». Esa acción, sin duda, responde a un corazón generoso lleno de entusiasmo. Por todas partes asoma la excelsitud de un hombre como Guzmán el Bueno. Por estas consideraciones sería muy aconsejable escribir y representar una ópera relacionada con la conducta valerosa del personaje. Y el título podría ser simplemente: Guzmán el Bueno, sin olvidar a su esposa María Alonso Coronel. Soy consciente de que no es una tarea fácil, pero estoy convencido que es viable, y necesaria para recordar, y glosar una acción heroica, similar a otras registradas en la historia universal. Se trata, por tanto, de escribir un «libreto» por un autor o varios, y acto seguido ponerle música (heroica a escala de Beethoven). Aquí está el reto para los autores tanto literarios como músicos. Y es que se trata de una «obra de arte»; eso es la Ópera, un drama musical interpretado por las grandes figuras del canto (tenores, barítonos, sopranos, mezzosopranos, coro, etc. etc.) En primer lugar es preciso escribir la obra poética-literaria (a modo de comedia o tragedia). A continuación entra en escena el compositor musical, que conlleva construir una composición en el cual esté presente el encadenamiento de los actos o tramos de la ópera. Además, el autor musical debe armonizar escenas en la que actúa un coro (la parte coral de armonizar voces y ritmos para mantener el interés del público); y por otra parte, para potenciar el despliegue de la interpretación de los actores-protagonistas.
Escribir una Ópera es un desafío impresionante porque lo que se escriba literariamente, con el soporte de la música, va a perdurar «por los siglos de los siglos» o, en cualquier caso, siempre servirá para rememorar un acto heroico, cuyo protagonista real de la Ópera sería Guzmán el Bueno, y su hijo sacrificado. Luego el compositor musical se encargará previo a ese guión u otros más documentados, con arreglo al verdadero libreto. La escritura, por tanto se transforma en música, y suele comenzar la Ópera con un «preludio», o «obertura». El compositor musical pretende, de este modo, mostrar la expresión del contenido de la ópera; es decir la dualidad completa: escritura y música. He aquí dónde el compositor musical se revela como un verdadero genio creador para elevar la condición del héroe y la responsabilidad histórica. Naturalmente actuarán de cooperadores necesarios: los directores musical y artístico. Con estos nombres, casi tenemos el esquema básico para iniciar la escritura de una ópera, sin olvidar en ningún caso, los hechos históricos y el héroe de la gesta. En este sentido nuestro protagonista fundamental: Guzmán el Bueno. Tanto el director musical como el director de escena, con su arte creativo, ponen en marcha una Ópera, siendo la escenografía, juntamente con el coro, un soporte esencial del desarrollo del libreto. Un buen director escénico debe desarrollar, de acuerdo con el director musical, un lenguaje visual y musical. Esta exigencia, sin duda, es algo muy complejo, pero muy estimulante para unos «genios» como estos artistas creativos. Desde mi punto de vista una buena Ópera debe tener unos buenos intérpretes, unos buenos directores: musical y escénico; y un buen coro. Que, con sus «arias» (cantos, melodías, danzas, piezas), sugestionen al público y despierten el máximo interés para seguir con el suspense de cada uno de los actos de una gran Ópera… Este es mi ideal para evocar la hazaña de un héroe como Guzmán el Bueno. ¡Qué buen vasallo!
Estamos frente a un héroe que conllevó consigo un «dolor duradero» por haber perdido a su primogénito querido (per Alfonso), aunque, en verdad, nunca tomó la venganza. No se sintió frustrado, porque defendió un valor supremo, la dignidad y virtudes de una España venidera. Porque Guzmán, como otros caballeros que le acompañaban, pertenecían a una raza de hombres resuelta y determinada, con los corazones dispuestos a toda suerte de sacrificio, sin dejar de ser personas humanas de carácter solidario. Su hazaña, pues, pertenece a todas las generaciones por su grandeza y generosidad.